V. De cómo Fr. Jesús socorría a los pobres que conocía

Se cuenta en la vida de San Francisco, que en un invierno crudo, el Santo usaba un paño doblado a modo de capa, para paliar el frío. Una pobre viejecita, aterida de frío, se le acercó pidiéndole limosna. El Santo al verla, se quitó el manto y se lo dio diciendo: Hazte una túnica, que bien la necesitas. La viejecita asombrada y para que los hermanos no se la quitaran, salió a prisa y echó la tijera al paño. Viendo que no le llegaba para la dicha túnica, recurrió de nuevo al Santo para decirle, que no le llegaba. El Santo miró al compañero que llevaba otro manto igual al suyo y le dijo: ¿Oyes lo que dice la pobrecita vieja? Hermano, soportemos por amor a Dios el frío para que la viejecita complete la túnica. Lo que hizo el hermano inmediatamente. (2 C. 86; Esp. Perf. Cap. III, 29).

También el hermano Jesús tenía predilección por los pobres, a los que les daba cuanto tenía. Cuando no le manifestaban lo que necesitaban él lo intuía, pues cuando los visitaba en su casa o chabola, se daba cuenta de sus necesidades. Y cuando volvía al convento, siempre encontraba algún donante, para comprar aquello que había visto que necesitaba el pobre. Esto lo hizo en muchas ocasiones. Personalmente yo presencié la conversación que un pobre padre de familia, con tres hijos y en el paro, le contaba la situación de penuria en que estaban y la vergüenza que le daba pedir. Sus dos hijas de 15 y 16 años eran marginadas por las amigas tanto en el colegio como en la calle, porque no tenían vestidos ni ropa adecuada para salir con las amigas. Las veía llorar en secreto y eso le partía de dolor el corazón a aquel buen padre. Incluso pasaban necesidad y hambre, de lo que los parientes y amigos, no querían saber nada. El Hermano Jesús, escuchaba el relato con lágrimas en los ojos y el corazón lleno de dolor. Pero inmediatamente hizo las gestiones correspondientes, acudió a Madrid a unos amigos espirituales y a los pocos días, se presentó en casa de este pobre –vivía en Almonacid de Zorita (Guadalajara)- y le llevó no sólo alimentos para comer, sino trabajo para él y varios vestidos hermosos para las hijas, que llenas de alegría no sabían qué hacer. El señor Manuel le dio un abrazo y le dijo: "¡Gracias, Fr. Jesús, ha sido usted nuestra providencia!"5 En alabanza de Cristo.

—Varios de los que estábamos en Pastrana conocíamos a esta familia. El señor Manuel marchó a Madrid desconociendo su paradero y dirección.