III. De cómo Fr. Jesús cantó en el refectorio por Navidad

Cuenta la Leyenda Mayor, que celebrando San Francisco la Navidad en Greccio, con solemnidad y permiso del Sumo Pontífice, hizo preparar un pesebre con el heno, mandó traer al lugar un buey y una mula, montando el primer belén del mundo. El mismo San Francisco cantó el Santo Evangelio en la iglesia, y el bosque se llenó de bellísimos cánticos, en aquella noche santa, con luces y cánticos de alabanza, la convirtieron en esplendorosa y solemne (L.M.cap.X,7).

Y este bellísimo episodio histórico, dio pie a los franciscanos para celebrar esta fiesta con toda solemnidad y cánticos navideños. Durante los días de estas fiestas, los franciscanos acostumbran a cantar canciones y villancicos, no sólo en la iglesia, sino también en el refectorio, para vivir el espíritu alegre del Padre San Francisco y celebrar dichosamente la Natividad del Señor.

En el refectorio, al dispensar la lectura, el lector tenía que cantar un villancico el primero. Después el P. Guardián iba pidiendo cada día a un religioso que cantara un villancico. Después de cantar, el P. Guardián le daba un pequeño obsequio, que solía consistir en un dulce navideño. Era un motivo para que algunos se lucieran.. Pero había otros, como el Hermano Jesús, que no sabían cantar o lo hacían mal. El P. Superior lo sabía y no solía mandarle cantar. Pero un año, los demás hermanos pidieron al P. Guardián, P Juan Esteban Muñoz, que mandara cantar el Hermano Jesús.

Él se levantó y les pidió que por favor no le hicieran cantar, para no ofenderles con su horrible canto. "Les admiro, dijo él, grandemente a todos los que saben cantar, y cuando cantan, en mi interior me emociono y yo mismo voy también cantando por dentro y haciendo mis gorgoritos, pero luego no sé abrir la boca. Dios no me ha dado ese don. ¡Cuánto lo siento!" Pero los hermanos, dejándose llevar de la alegría del ambiente y motivo de las fiestas, insistieron diciendo, que todo se disculpaba ya que estábamos entre hermanos. Y decían: ¡Que cante! ¡Que cante! El P. Guardián, contagiado por la alegría y buen humor, le mandó cantar un villancico. El hermano Jesús, echándose las manos a la cabeza iba diciendo: "¡Ay, “Señó”, “Señó”, qué cantaré!" Salió al centro del refectorio y puesto de rodillas comenzó a cantar: "Hacia Belén va una burra, cargada de chocolate…" Bueno, lo de cantar es un decir, porque apenas dijo: Hacia Belén..., la risa fue incontenible, se convirtió en la juerga nacional, algunos después de cansados de reír, le decían: ¡Bravo! ¡Bravo!, ¡Que lo repita! El mismo hermano Jesús no podía reírse más de sí mismo. Hasta que el P. Guardián, cuando se cansó de reír le dijo: Gracias hermano Jesús3. En alabanza de Cristo.

— Los hermanos que aún viven lo recuerdan y dan testimonio de este hecho. Fr. Alejandro. Fr. Victorino, Fr. José Álvarez, etc.