Desde niña conocí a Fr. Jesús

Emiliana Serrano Teodosio

Conocí a Fray Jesús de la Cruz desde que tuve uso de razón, mis padre vivían en el chalet o casita que está junto al Santuario franciscano de Arenas de San Pedro, donde estaba Fray Jesús. Nuestra familia vivió allí desde 1936 hasta 1958, que se jubiló mi padre. Mis padres trabajaron de guardas en la finca de los señores Bardají Buitrago que está contigua al convento. Por eso tuve la suerte de estar desde niña y tantos años disfrutando junto al convento, de ahí nuestra amistad con Fray Jesús y otros religiosos.

Mi padre, que se llamaba Emeterio, trataba mucho con Fray Jesús, compartían muchos trabajos juntos, ya que por aquellos años, las tuberías del agua se estropeaban con bastante frecuencia y se tenían que arreglar entre ambos, ya que se recibía el agua para el convento y la casa del los señores Bardají. Por eso mi padre tenía muchas anécdotas con Fray Jesús, pues compartían muchas horas juntos. Mi padre nos lo contaba y nos decía las cosas que le decía Fray Jesús. Era una delicia trabajar con él por sus conversaciones santas, su bondad y sus buenos consejos.

Nos contaba mi padre que una vez le decía Fray Jesús: "ya verá usted, señor Emeterio, cuando llegue el juicio final y estemos todos reunidos junto al Señor, nuestro Padre y nuestra Madre del cielo... ¡Que hermoso será!" Y mi padre cariñosamente para sacarle más conversación le decía: "Vamos a ver, Fray Jesús, eso no puede ser, con tanta gente que ha existido y existirá, no vamos a caber todos en el Reino de los cielos, alguien se tendrá que quedar fuera". Entonces Fray Jesús se echa las manos a la cabeza y le decía: "¡Uuuuuy! ¡Uuuuuuuy! ¡Señor Emeterio, no lo dude, sino no se puede salvar usted! ¡No piense usted así!" Mi padre, al ver las exclamaciones internamente se reía, pero admiraba la fe de Fray Jesús.

Para todos nosotros fue siempre muy apreciado y querido. En invierno que había menos tarea en la huerta, se bajaba algunas veces con mis padres y junto a la lumbre charlaban de cosas santas. A mi madre le daba mucha pena ver los pies de Fray Jesús morados por el frío del crudo invierno y llenos de sabañones por culpa de dicho frío y de sus pobres sandalias, sólo cubiertas con una tira de cuero. Mi madre le decía: "Fray Jesús, le voy a comprar unos calcetines, pues no puede ir con esos pies tan desabrigados" Y enseguida le contestaba: "No, Conce, no. San Pedro de Alcántara nunca llevó lujos". Yo nunca le vi con calcetines por entonces, luego de mayor, por enfermedad, sí los llevaba.

¿Con cuánto cariño le recuerdo! con sus manos entrelazadas y metidas en las mangas del hábito. Siempre con su mirada fija hacia el suelo y rezando internamente. A nosotros siempre nos decía: "¡Quered mucho a vuestra madre! ¡Es lo más grande en la tierra, lo más hermoso!" El pobre hablando de la madre recordaba la del cielo, la Virgen María, y siempre acababa emocionado. Y luego nos decía: "Bueno, ya es hora de que me vaya al convento", pues en realidad no tenía mucho tiempo libre, porque Fray Jesús fue muy completo y fiel cumplidor en todos los aspectos y reglas.

Tengo que decir que era muy trabajador, no le importaba hacer lo que fuera, lo mismo trabajaba de fontanero, de albañil, en la huerta, en donde fuera, siempre estaba conforme y dispuesto hacer todo el bien a todo el mundo.. Era muy amigo de los pobres y daba muy buenos consejos, pues te hablase de lo que fuese y te acababa convenciendo, ya que te lo explicaba con aquella fe tan ardiente, que te hacía vivir clara y profundamente las cosas.

Fray Jesús era sin duda alguna un santo. Su forma de vida, de oración. Cuando entrabas en la iglesia, allí lo encontrabas orando y te costaba distinguirlo, ya que siempre rezaba de rodillas, tan agachado, que casi pegaba con su cabeza en el suelo. Su caridad para con los pobres, le llevaba a pensar y preocuparse de los pobres, especialmente de los más desfavorecidos y le llevaba a visitar a los enfermos como también a los ancianos.

Con el paso de los años, no perdía la costumbre de visitar a mi padre y cuando este tenía ya 95 años, con la cabeza perfecta, ambos recordaban con cariño las aventuras de aquellos maravillosos años que tuvieron la suerte de compartir juntos, pues mi padre era también un buen cristiano y un buen hombre.

Después de morir mi padre hemos seguido teniendo contacto con Fray Jesús y teníamos la suerte de que todos los domingos después de misa de 12, estábamos un ratito hablando con él, recordando viejas historias como también a la familia, ya que se interesaba por todos, pues nos conocía a todos. Siempre acababa hablando de la Madre del cielo y emocionándose, hasta acabar emocionándonos a todos. Era un tema que le echaba mucho fervor y entusiasmo. La Madre del cielo era para él el recuerdo más entrañable. Se deshacía con sólo nombrarla.

He tenido una gran suerte el vivir desde niña junto a un santo. Cuanto más le recuerdo más convencida estoy, pues son muchos los buenos recuerdos que nos dejó a lo largo de su vida. Por todos ellos yo le considero un religioso ejemplar, humilde, sencillo, bondadoso y lleno de amor hacia los pobres, los enfermos y necesitados. Le considero un verdadero santo, pues vivió una vida enteramente en servicio y gastándola en bien de los demás. Era muy sacrificado, muy penitente y mortificado; servicial, cordial, acogedor, lleno de palabra de Dios para hacer catequesis cristiana. Siempre nos hablaba de Dios, por eso, estar a su lado era tener la impresión de que estábamos junto a aún santo.
Que la Iglesia le reconozca como a santo y que podamos implorar su ayuda.

Emilia Serrano Teodosio.   
Desde Arenas.