“Vivir con pasión”

D. Francisco José Fernández de la Cigoña.
Comentario al libro “Vivir con pasión”.

Una persona que me ayudó mucho en mi educación, me insistía mucho en que no hay lectura más recomendable que las Vidas de Santos. Tiene toda la razón. De los santos, siempre aprendes mucho, nos sorprenden, nos dicen cosas que te enseñan a vivir con gozo y esperanza. Sobre todo, a vivir mejor, a ser mejor, a sentirte a gusto.

Entre la enorme lista de espera de vidas de santos y de otros camino de serlos, escogí este que me recomendó un amigo, saltándome un buen número de espera. Y no me arrepiento de ello. Porque valía la pena su lectura.

Se trata de un hermano lego franciscano, hombre sin estudios, que vivió su profesión humildemente, sin que apenas nadie se enterara de su paso por la seráfica orden. Los que le conocieron apreciaron perfectamente su vida espiritual. Se está repitiendo el caso de legos en distintas órdenes que en oficios humildísimos, son personalidades que nadie que les conociera cuando se decidieron a abrazar la vida religiosa calificaría de extraordinarias pero que han llegado a la santidad. El hermano Gárate de la Compañía de Jesús, Fray Leopoldo de Alpandeire, capuchino, Fray Jesús de la Cruz, franciscano, cuya biografía estamos comentando, y otros muchos son ejemplo de ello.

En este libro se narra la biografía de Fray Jesús de la Cruz, argentino de nacimiento (1911), hijo natural, enseguida devuelto a la patria de sus padres, huérfano de padre y madre desde sus más tiernos años, pobre, sin apenas estudios, crecido sin cariño hasta extremos de auténtica crueldad por parte de su abuela... Nada podía hacer suponer que aquella semilla depositada en tierra tan hostil floreciera. Y tan hermosamente. Todo santo va perfeccionándose a lo largo de su vida. Fray Jesús, también, pero ya le desbordaba la santidad desde que tomó el pardo sayal franciscano. Y desde entonces vivió una vida santa. De trabajo, oración y amor a los pobres. Trabajó todos los oficios y todos los hizo bien: cocinero, jardinero, fontanero, albañil... Hasta con derroche de ingenio. Rezaba muchísimo y de modo ejemplar. Moviendo a todos a la oración. Como religioso fue modelo y se hacía queridísimo de todos sus hermanos donde quiera que la obediencia le enviara. Especialmente en Arenas de San Pedro, Pastrana y Madrid. Sobre todo Arenas de San Pedro, donde entregó su vida a Dios. Y él también parecía hecho de raíces de los árboles. Como aquel Pedro de Alcántara a quien siempre quiso imitar.

En Arenas de San Pedro ha dejado un recuerdo permanente de buen olor de Cristo. Cierto que los pobres, con quienes prodigaba sus generosidades, eran sus favoritos. Pero otras muchas personas buscaban su palabra y su ejemplo. Como el cardenal Marcelo González o el actual arzobispo de Valladolid Ricardo Blázquez. Y todos aprendían de él que en teoría tan poco tenía que enseñar. Aunque en la práctica fuera una permanente escuela de virtud.

Os recomiendo de corazón el libro. Se lee con gozo. Porque gozosa es la vida de los santos. Esta se extinguió el Jueves Santo de 1998. Día del amor de Cristo que se nos dio en Eucaristía. Fray Jesús se daba por amor todos los días. Hasta que llegó el de su muerte. No murió de ninguna enfermedad. Murió agotado de amor. De amor al Jesús de la Cruz de su nombre religioso, de amor a María, la madre que suplió con creces a la que no conoció la en tierra, a San José, a la venerable madre de Ágreda cuyo libro se sabía de memoria de tanto saborearlo, a sus hermanos de Orden, cuyo hábito vistió siempre, salvo cuando la ruda tarea exigía el mono, en trabajos para sus pobres. Su vida fue la de un santo.

Tomado de Internet y firmado por
D. Francisco José Fernández de la Cigoña.