Me hace crecer en la Fe

Por Marta Macías Panadero.

Muy estimado hermano: Paz y Bien en el Señor.

Recibí el libro y carta sobre Fr. Jesús. ¡Qué alegría! Coger el libro de Fr. Jesús con mis manos y "una carta". Leerla, releerla y poder guardarla para el recuerdo. ¡Esto ya no se estila! Con los dichosos correos electrónicos, móviles... esto es un tesoro. Me encanta recibir estas noticias.

Otra cosa. Soy una privilegiada. Tengo la gran suerte de estar con los franciscanos y por esto recibí "La vida oculta de un místico”, de las primeras. Ya lo he leído, casi devorado. Con los libros anteriores me identifiqué con Fr. Jesús, y me recordó su forma de hacer. Algunas vivencias de Fr. Jesús las hice mías con sólo observar su rostro, su manera de estar en la capilla. Ya intuía algo, pero ahora después de leer "La vida oculta de un místico” (ya su título sugiere), me he reafirmado en ello, es un hombre santo que me está haciendo crecer en mi vida de fe.

Tengo metidas en mi mente imágenes de Fr. Jesús que son imborrables. Me gustaba observarle cuando estaba en la capilla. Aquel recogimiento que tenía ante el Santísimo, al verle de rodillas centrado en sí mismo y sin moverse, con sus manos una sobre otra metidas entre las mangas y la capucha hasta los ojos, me impresionaba. Me parecía que estaba viendo al Señor y sólo quería verle a Él. Me daba envidia. Su quietud y serenidad eran las de un vidente. El sólo verle era para mí una bella oración. Aprender a saber esta ante el Señor, ya que yo era incapaz y me distraía con nada. Era admirable aquella capacidad de concentración.

Yo entonces tenía 31 años y respiraba mucha frescura, como tenía confianza y llevada de mi espontaneidad le decía: Fr. Jesús, le he observado en la oración. ¡Qué envidia por ese recogimiento! Y por qué te pones el capuchón, si no se puede ver más que tu hábito? Ay, Ay... Lo hago para estar centrado en Dios y no distraerme, de esa forma no veo ni a un lado ni a otro y sólo estoy centrado en el Señor y en la Santísima Virgen María, nuestra Madre. Después seguía hablando y no me cansaba.

Muchas mañanas quedábamos para salir a comprar una batidora, una plancha, un tostador, etc. pues me decía que yo le ayudaría hacer mejor la compra, ya que era para una familia muy pobre que lo necesitaba. Nunca quería dinero o regalos para sí. Él disfrutaba dándoselo a los pobres, "porque era Dios el que se lo daba y les remediaba una necesidad".

Nos encantaba invitarle para que viniera a comer a casa pues nuestros hijos lo disfrutaban. Entonces tenían 6, 8 y 10 años. Tomaban confianza y hasta se ponían pesados con él, pero a él le encantaba. Le preguntaban muchas cosas de religión. La pequeña –Belén-, le tomaba cariño y hasta le tiraba de la capucha. Yo les reprendía, pero él siempre decía: "Déjelos, son niños y necesitan jugar, aprender, conocer…" y pacientemente les sonreía, les hablaba y les bendecía. Los veía como angelitos, tenía algo especial para con los niños.

Después de la comida o la cena le sacaba algún dulce, sabía que le gustaba y quería que lo disfrutara. Él decía: he cenado lo suficiente y el comer más sería dejarse llevar por la gula. Yo cariñosamente le insistía y él, aunque no deseaba tomarlo, por humildad o atención a mi súplica lo tomaba. Se lo comía con el gusto de un niño chico. Aquella bondad e inocencia sólo se encuentra en los santos. Tenía la intuición de que estaba sirviendo a un santo. Quería tenerle siempre con nosotros.

¡Cuántos recuerdos lindos! ¡Cuánta gracia y bendición haberle conocido y tenerle en mi casa y junto a los míos! ¡Cuánto bien nos han hecho sus visitas!

Ahora que le vivo en el recuerdo y le tengo presente en la mente, admiro más a aquel hombre de Dios. Estoy convencida que es un "Santo". Y lo digo desde la experiencia porque le siento dentro de mí. Cada día rezo con él y siento su fuerza en mi espíritu. Le pido que nos aumente la fe y que ayude a todos y nuestro mundo, que falta nos hace. Miro su imagen en la estampa (la misma imagen que cuando le conocí) y me puedo pasar minutos y mucho tiempo haciendo oración con él. Su sonrisa, su actitud, su paz y toda su figura me devuelven la paz, la alegría y la fe, sabiendo que sigo el camino de los santos.

Recuerdo también, que por aquellos años, deseando de estar con él, le fuimos a ver al Santuario de Arenas. Le invitamos a que comiera con nosotros en el pueblo. La cantidad de gente que le pudieron saludar, hasta los mismos camareros hablaban con él como algo especial. Él muy gozoso les atendía y agradecía todas las atenciones que tenían con él. Seguía tan comedido y sin querer pasarse para no caer en la gula.

En otra ocasión que fuimos a verle, nos dijeron que no podíamos verle hasta la tarde. Volvimos por la tarde y después de mucho tiempo, sólo pudimos vele y estar con él 10 minutos. Pero en aquellos 10 minutos nos sentimos más queridos que nunca. Era el amor del cielo concentrado en esos minutos, con nada comparable. No teníamos tiempo para más. Hasta se quedó triste por no poder estar más con nosotros, ya que había hecho un viaje tan largo para sólo estar unos minutos. El sus lágrimas y en sus bendiciones yo he querido ver, que él concentró el amor santo de Dios pagándonos con felicidad lo que nos amaba. Nos sentimos más queridos que nunca y cuando lo recordamos decimos lo que él nos decía: "Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente".

Os felicito por vuestro trabajo, adelante con el proyecto, ya que Fr. Jesús se lo merece y a nosotros nos está haciendo mucho bien. El libro de Fr. Jesús: "La vida oculta de un místico", además de leerse muy bien y de servir de lectura espiritual, es todo un testimonio espiritual que invita a vivir como él vivió. El conocer a Fr. Jesús por dentro es un testimonio y ejemplo digno de tenerlo en cuenta. ¡Gracias!

Que Dios premie el esfuerzo que estáis haciendo por dar a conocer el bien y la gracia que se daba en Fr. Jesús. A mí me están ayudando mucho. Que el Señor os bendiga y os guarde, y sigáis haciendo tanto bien.

Alcalá de Henares
15 – 6 – 2012