Viví junto a un Santo

De Jesús Charro Morán

Conocí a Fr. Jesús en Arenas de San Pedro conviviendo con él durante algo más de un año. Lo que duró el noviciado que hice allí en el periodo 1961-1962. Ese año duró un poco más el noviciado que otras veces, pues por razón de estudios el año siguiente no había novicios y porque era el centenario de San Pedro de Alcántara, así no quedaba el SANTUARIO en el día de su fiesta sin los novicios, además, como era el centenario se debía hacer más solemne.

Todo cuanto aquí digo lo he visto, oído y vivido en persona. Lo que me hayan contado lo diré y escribiré reflejándolo como tal. También conviví con Fr. Jesús en Pastrana, pero no recuerdo bien cuánto tiempo fue ni puedo precisar el año. Lo que sí estoy seguro es que fue entre los años 1969 y 1976 que viví en Pastrana. Después le he visto y convivido con él los días en los que nos acercábamos por Arenas de S. Pedro, para ejercicios espirituales o reuniones. Pero donde más impacto me hizo la vida y forma de vivir de Fr. Jesús fue en el tiempo que hice el noviciado en Arenas de S. Pedro 1961-1962, También cuando conviví con él en Pastrana.

A Fr. Jesús siempre le he considerado como un verdadero religioso ejemplar y santo. Y a lo largo de mi vida sigue siendo para mí un modelo a quien trato de imitar en muchas de las facetas que más me impresionaron cuando viví junto a él, pues ha sido una persona que ha dejado mucha huella dentro de mí. Para mí era como otro San Pedro de Alcántara, tanto en lo físico como en lo espiritual. Por eso doy gracias a Dios por haber tenido la suerte de vivir junto a un auténtico y verdadero santo varón, ejemplar en todo, hasta en el juego, porque jugué con él en bastantes ocasiones, sobre todo en las navidades en Pastrana. Llevaba en su cabeza todas las cartas y jugadas realizadas, lo cual indica el interés que ponía en todo. Sabíamos que él jugaba sólo para que los hermanos pasaran un rato agradable en el momento de recreación. Si ponía un empeño admirable en el juego, no era por ganar sino por agradar a los que jugábamos y por santificar el tiempo de Dios hasta en el juego. No se jugaba nada entre nosotros, sólo era para pasar un rato todos juntos. Todo en sentido fraterno. Lo más admirable era verle jugar con "ese deje" de inocencia y al mismo tiempo de hacer las cosas bien hechas, hasta con un poco de humor.

Recuerdo un hecho que aún lo tengo presente en la mente. (Podría ser como una florecilla):

Estando en Arenas de San Pedro haciendo el noviciado, los novicios éramos los encargados de fregar platos, vasos y demás utensilios que se usaban en las comidas. Recuerdo que a otros dos novicios y a mí, nos correspondía fregar los platos después de haber cenado. Una vez que dimos gracias a Dios por los alimentos y recogidos los platos, el hermano Jesús nos preparó el agua caliente, para no perder tiempo. Puestos los mandiles para no manchar los hábitos, solíamos rezar mientras se fregaba. Yo fui el primero que metió las manos en el agua, pero rápidamente las saqué porque no podía soportar tal calor, pues estaba casi cociendo. Debí poner cara de dolor o algo parecido porque el hermano Jesús, que estaba detrás de mí, me vio lo que hice y la cara de dolor que puse, al instante me dijo: "Hermano, hay que sufrir un poco más y aguantar, porque ¿cómo va a soportar los dolores del fuego del castigo?…" Me llamó la atención lo que me dijo y cómo me lo dijo, pues, puso una cara de quererme decir algo muy serio y convencido, con unos ojos abiertos y expresión de admiración.

No fue aquel un gesto de reproche sino de ánimo para aprender a sufrir y soportarlo todo por amor. Aún me parece ver sus tremendas manos endurecidas y trabajadoras... Había tanta caridad en sus palabras, que fácilmente hicieron que le compren- diera. Yo creo que me trasmitió esa fuerza espiritual que reforzó mi voluntad, porque volví a meter las manos en el agua y ya no me quemaba el agua, bueno, el agua seguía quemando, pero el caso fue que mi voluntad ahora era capaz de soportar el calor.

Esto lo he pensado muchas veces y le he dado muchas vueltas, pero siempre llego a la misma conclusión: los santos trasmiten gracia y con sus gestos, palabras y formas Dios nos comunica sus gracias. Él sólo me dijo una palabra, pero dicha por Dios en boca de este santo. El santo comunica experiencias, él había pasado por ellas, por eso, como dándome las gracias me volvió a decir: "hermano, más sufrió el Señor por nosotros, pero su amor nos salvó".

Recuerdo y tengo siempre presente su testimonio de vida. La suya estaba llena de fe, de esperanza y de auténtica caridad. Fray Jesús era un religioso con muchas virtudes, algunas eran palpables y evidentes sobre todo la caridad para con los pobres. Y esto no me lo ha contado nadie, lo vi yo mismo estando en Pastrana. No sé lo que llevaba en las bolsas, pero le pregunté: "¿Dónde va el hermano Jesús?". Y él contestó: "Voy a visitar a unos pobres que necesitan mucha ayuda y los pobrecillos lo están pasando muy mal". Y se fue con sus pies descalzos andando camino de Pastrana, (Guadalajara). Aquello me hizo pensar mucho y siempre que leo el capítulo 13 de la primera carta de San Pablo a los corintios donde dice: "Ahora quedan estas tres cosas: Fe, esperanza y caridad, y de ellas la más valiosa es el caridad", me acuerdo de Fr. Jesús y pienso lo bien que tenía aprendida la lección.

Muchos detalles como este le vi hacer en Pastrana. Para él los pobres eran algo esencial en su vida y la práctica de la caridad y amor fraterno lo mismo, era algo como el respirar de su alma. El amor en él había crecido en ese grado de la santidad.

Estando en Pastrana vi y oí muchas obras dignas de ser imitadas, todas ellas referentes a los pobres, enfermos y necesitados. Por eso a Fray Jesús le tenía esa envidia santa, porque en él veía la santidad que el Espíritu Santo estaba construyendo en él. Desde entonces yo lo veía y lo sigo viendo lleno del amor de Dios y amor al prójimo, signos manifiestos de la presencia y santidad de Dios. Tenía esa sonrisa y gozo espiritual del que está en posesión beatífica de Dios. Esto llamaba la atención de la gente sencilla que le conocía, aunque los hermanos religiosos nos dábamos cuenta de su altura espiritual.

Pero el bueno siempre es perseguido por la envía perversa y el mal. La envidia siempre es mala y genera mucho mal, no sólo en quien la tiene, sino en los que rodean al envidioso. Ahora me doy cuenta que esos gesto de amor a los pobres valen más que las palabras vacías de los doctos que no querían entenderle. Lo que más admiraba y me llamaba la atención era que el hermano Jesús encontraba tiempo para visitar y estar junto a los pobres, hablándoles del evangelio y ayudarles a soportar su situación. Y todo esto, sin olvidarse de hacer las cosas del convento que eran muchas y muy duras las que él hacía. El sólo levantó en el convento de Pastrana muchos muros con piedras pesadas y realizó obras en las casas de los pobres. Por las obras se conocen a los santos. Siempre he oído a las personas que le han conocido y tratado que realmente él hacía obras de santo. Todo esto me hace verle y considerarle un bendito de Dios, un religioso santo. Él me sigue alentando y ayudando en el nuevo camino emprendido en mi vida. De él recibo gracias y fuerzas. Por eso quiero manifestar mi testimonio hacia este "venerable hermano".

Y si practicó, como hemos dicho, la fe, la esperanza y la caridad, otro tanto podemos decir de la paciencia, la justicia, la fortaleza, la paciencia y la templanza. En Fray Jesús eran manifiestas estas virtudes, es más, iba más allá de la fortaleza y la justicia, pues para él el "amor al prójimo" estaba por encima de todo. El que ama supera la justicia viviendo la auténtica caridad de cada día. Donde hay amor, allí está Dios, dice el evangelio, y la justicia está inmersa en el amor. La persona que sabe amar como lo hacía el hermano Jesús, que veía a Dios en el prójimo, se cumple lo que dice San Pablo a los corintios: "El amor es paciente, es afable; el amor no tiene envidia, no se jacta ni se engríe, no piensa mal. Simpatiza con la justicia y la verdad. Disculpa siempre, se fía siempre, espera siempre, aguanta siempre." (I Cor. 13, 4 – 7). Por lo tanto, es evidente que nuestro hermano Jesús practicaba las virtudes arribas señaladas al estar lleno del amor de Dios hacia los hermanos. El amor a los hermanos es siempre camino de santidad que lleva a Dios.

Cuando se vive el Evangelio con la bondad, desprendimiento y sencillez religiosa que lo hacía Fray Jesús, se está proclamando la vivencia de los compromisos adquiridos con los votos religiosos de obediencia, pobreza y castidad.

Una persona que no se guarda para él nada, sino que todo lo entrega a Dios en el prójimo, sólo puede vivir pobremente, ya que es signo claro de su pobreza. Porque vive pensando en ayudar a los demás (que era lo que hacía Fray Jesús, darse a todos). En él se notaba la pobreza en todo, por eso no tenía nada para él. Incluso su misma persona la ponía al servicio de la comunidad y de los pobres, porque consideraba que era un don para servir a los demás. De esta forma veía cercano a Cristo a quien servía en los demás.

Siempre valoré su obediencia que la practicaba con humildad, ya que para él la palabra del superior era la voz de Dios. Aunque le costara la obediencia, como cuesta a todos, él no sólo obedecía al superior, sino que obedecía a cualquiera que le pidiera un trabajo, dejándolo todo para hacer lo que le pedían.

De la vista hacía una práctica de virtud, siempre la llevaba baja, mirando al suelo, para no distraerse y ser indiscreto. Era tan recatado que algunas veces no se daba cuenta que alguien pasaba junto a él. Todo lo que puedo decir de él es que vivía como un santo. Su afán era parecerse a nuestro padre San Francisco y a San Pedro de Alcántara, que los tenía por modelos espirituales. En Pastrana, cuando le decíamos: "Hermano Jesús se parece a San Pedro de Alcántara", él solía decir: "Eso quisiera yo, pero estoy lejos de él".

Con respecto a su vida de oración y de trabajo, eran otras de las cosas que eran dignas de admirar de Fray Jesús. Siempre o casi siempre llegaba a los oficios comunitarios antes que nadie. Se le veía muy centrado en sí y con un fervor envidiable. Se pasaba todo el tiempo de arrodillado meditando y en oración. Varias veces le vimos delante del sagrario en esa postura y con los brazos en cruz, con la cabeza inclinada a un lado y agachada con una actitud orante digna de imitar. Era un verdadero franciscano de oración.

En cuanto al trabajo tengo que decir que pocos franciscanos de los que yo he conocido, eran tan trabajadores como el hermano Jesús, y los trabajos que hacía han sido muy duros, pesados y a veces arriesgados. Él lo hacía todo como un experto, trabajos de albañilería, fontanería, de electricidad y otras muchas como verdadero conocedor del oficio. Valía para todo. Hizo cosas, pues era un todo terreno, como se suele decir. ¡Y cómo hacía las cosas!

Quiero destacar una característica suya: Siempre llevaba una sonrisa en su cara. No la perdía nunca. Y te transmitía mucha paz. Esto lo he visto siempre que he estado conviviendo con él. Y también lo he oído decir a personas seglares que les pasaban lo mismo. Algunos decían: "se ve la cara de Dios en su sonrisa".

Las relaciones con los demás eran siempre respetuosas, fraternales y cordiales, nunca hacía mal a nadie, todo lo contrario, te transmitía paz y serenidad muy grande, como un hombre de Dios que era, porque se le escapaba por la cara, las manos y las palabras, pues por ellas salía el Dios que llevaba dentro. Si esto llamaba la atención, era porque había algo en él que cautivaba e invitaba a ser mejor.

En la práctica del amor a los pobres, los enfermos y necesitados eran donde se encontraba feliz. En los pobres veía a Cristo y los trataba con un mimo y ternura especial. Ya lo hemos señalado anteriormente. Conocí casos de asistencia a los pobres, que los ayudaba económicamente, incluso pidiendo para ellos, para arreglarles sus pequeñas casas haciendo de albañil, fontanero, electricista y lo que hiciera falta. También oí decir muchas veces que el dinero que le daban era todo para los pobres. Llegué a conocer que se iba a Pastrana de vacaciones porque tenía a varios pobres que le necesitaban para arreglarles sus casas que estaban en muy malas condiciones. Lo mismo hacía en Alcalá de Henares con varias familias. Los viajes que hacía eran para llevar ayuda a los pobres. Esto es algo que no se puede negar, ya que fue patente a todos.

Tal vez todo nos confunda viendo sólo lo bueno. Es posible que tuviera algún defecto, todos los santos los han tenido. Para mí era un franciscano ejemplar, intachable y verdadero. Esta es la imagen que tengo de él y no creo que se me borre, pues ahora más que nunca quiero tener presente su ejemplo e imitarle en cuanto pueda, ya que he tenido la suerte de vivir varios años junto a él. Sus buenos ejemplos me ayudan a superar las dificultades. A él me encomiendo y rezo para que por su ayuda Dios proteja a toda mi familia.

Por todo lo dicho doy mi testimonio a favor de él, para que se active su causa, ya que le considero verdadero santo. Fue un religioso que supo vivir el ideal franciscano como lo han vivido otros muchos franciscanos que ya son santos reconocidos por la Iglesia. Y como a santo lo invoco y pido me ayude a vivir el evangelio como él lo hizo. No he recibido ningún favor especial, pero sé que hay personas que lo tienen como santo y así lo invocan, como de él han recibido favores. En Pastrana muchos le decían "ahí va el santo" y en Alcalá de Henares se dice de él otro tanto.

Creo que el paso de su vida ha dejado huella en mí. Su verdadera humildad, como su mística oculta y vida espiritual, me ha impresionado muchísimo. Su ejemplaridad de vida ha marcado a todas las personas que le conocieron. Yo le recuerdo como viviendo a mi lado, hablándome con el mismo interés que ponía cuando hablaba de la Santísima Virgen. Sentía la dulzura de su boca cuando me hablaba de la Santísima Virgen. Varias veces le vi llorar de emoción hablando de nuestra Madre la Virgen María. Se le notaba que cuando hablaba de la Santísima Virgen le salía todo del alma. Y la misma emoción que sentía él, la hacía sentir a quien la escuchaba. Se debía saber de memoria "La Mística Ciudad de Dios" de Sor María Jesús de Ágreda. Era su lectura favorita. Y bien que la aprendió.