Trabajador, fervoroso y ejemplar

Fr. Diego Feliz Blanco, ohm.

Accedo gustoso a dar mi testimonio. Y después de haber orado, reflexionado y consultado como pide un caso de tal trascendencia como es éste, expongo: Que aunque nunca estuve destinado con Fr. Jesús en su misma comunidad, sí viví muchos meses seguidos en varias ocasiones. No obstante, desde enero de 1946, cuando ingresé de postulante en Arenas, nuestro muy culto y venerable Maestro de Postulantes, Fr. José Trinidad, Hº no clérigo, (como nosotros pensábamos ser), nos hablaba bastante, (y en forma elogiosa), de otro fraile, también Hermano, llamado Fr. Jesús de la Cruz, sacristán en Madrid. Y recalcaba siempre: "muy trabajador, fervoroso y ejemplar". Sic.

Luego, apenas concluí el noviciado, tuve el gran honor de conocerle, de tratarle y de oír los mismos elogios, (ahora, sobre todo de seglares y en Madrid mismo). Con motivo de los ocho, años que estuve dedicado a reclutar vocaciones, (del 1948 al 55, ambos inclusive), tuve más tiempo de convivir junto a él.

Al regreso de cada campaña vocacional, cuando dejaba a los "nuevos seráficos" ya situados en Pastrana, los Superiores me destinaban durante el resto del año, a residir en Madrid. Esto tenía un doble sentido, el estar informado de los movimientos vocacionales y al mismo tiempo servir de apoyo en esta comunidad, bien en la hospedería o simplemente "ayudar a misa‖, ya que entonces los sacerdotes decían la misas en particular y era preciso ayudarles. (Hoy esto nos parece raro y cuánto cuesta ver las cosas de antes con los ojos de ahora!) Y así, de esta forma, tuve el honor de convivir y conocer más de cerca a Fr. Jesús, y su impresionante figura fervorosa, austera, ejemplar y santa.

Quiero resaltar especialmente, que ya entonces Fr. Jesús se destacaba por lo devotísimo que era de la Virgen María. Por decir un caso: Todos quedábamos admirados oyéndole con qué unción refería de memoria, pasajes referentes a la Virgen María, leídos en el libro: "La Mística Ciudad de Dios". Libro que él leía todos los días. Por la forma de decirlo se veía que lo sentía y lo vivía. Era verdaderamente no sólo manifiesto y visible, sino real, admirable y contagioso, pues nos entusiasmaba y enfervorizada a todos.

Soy, también, testigo directo de muchos casos admirables de su humildad. Y esto no sólo ante aquellos seglares impacientes, en su oficio de sacristán, sino sobre todo ante Superiores Mayores, pues en aquel tiempo, se tenía y era bastante frecuente, que dichos Superiores siempre tenían la razón. Él sufrió las humillaciones de una señora muy "marimandona", a la que dicho Superior siempre le daba la razón en todo, cargando Fr Jesús con todas las culpas sin tenerlas, a veces con tremendas reprimendas y gestos desagradables. Todo como consecuencia porque las cosas salían mal o eran erróneas y alguien tenía que cargar con la culpa. Él las sufría humilde y pacientemente sin rechistar, como venidas de la mano de Dios y como medio para santificar la vida.

En las cosas materiales de su oficio era un ingenioso manitas, un "invéntalas", como suele decirse: Recuerdo que para aprovechar los cabos y demás desperdicios de las velas, inventó un modo de derretirlos; con la cera y la mecha que ponía en unos moldes de escayola, de 3 ó 4 unidades, (parece que lo estoy viendo), él con su ingenio lograba unas perfectas velas, similares a las de fábrica. Y no digamos cuando en el comienzo del plástico aprendió a derretido con el soplete y a modo de soldadura arreglaba mangos de herramientas y mil cosas más.

Y referente a su testimonio y ejemplo de vida religiosa, cuántas veces oí expresiones como éstas: "No levanta los ojos del suelo, vive y actúa como un santo. Es más, lo que tiene lo da todo, y de forma especial a los pobres, llevándoselo a los que más lo necesitan". Sic.

Ya entonces, se le consideraba como religioso muy penitente, no solo en ayunos o normas establecidas, que también era fiel cumplidor, sino en disciplinas, mortificaciones y privaciones que él se imponía para mantener su unión con Dios, buscando siempre formas que le ayudaran a vivir mejor la presencia de Dios.

Mi última palabra es una súplica personal al recuerdo de Fr. Jesús: "Perdóname los fallos que ya registra mi memoria y el olvido de tantas cosas buenas que viví junto a ti. El paso del tiempo deja en el olvido muchas cosas buenas. Ahora sé que viví junto a un santo de Dios y no supe descubrirlo a tiempo. Si en algún momento no te comprendí bien y no valoré tu testimonio de vida, quiero hacerlo ahora dejando en este breve escrito estos recuerdos, para que den testimonio de todo lo que vi y presencié de ti y a tu lado, pues ahora que lo vivo, recuerdo y reflexiono, estoy seguro que tu vivir fue el de un auténtico santo".

Hermano, amigo y compañero, no te olvides de nosotros, pues lo necesitamos. Intercede ante el Padre para que seamos fieles hasta el final. Tú que siempre rezabas e interesabas por todos, hazlo también por mí. ¡Gracias!

Madrid, 24 - 9 -2011.
Día de Ntra. Sra. de la Merced.