Soy testigo de su verdad

Fr. José Luis Criado Fraile.

Testifico que he conocido personalmente y vivido con Fray Jesús de la Cruz por espacio de nueve años -9-, en el Santuario de San Pedro de Alcántara, de Arenas de San Pedro (Ávila).

También manifiesto que durante todo el tiempo que he vivido con él, he observado, sobre todo, que su vivir era un vivir centrado en Dios, era de admirar su modo de vivir la presencia de Dios, su recogimiento interior. Hiciera lo que hiciera, el vivía y obraba conscientemente sabiendo que estaba en unión con Dios. Esto era verdaderamente digno de admirar.

Como era digno de conocer la vida profunda de oración que llevaba, para él todo el día era una oración continua. Siempre estaba rezando a la Virgen María. Se levantaba pronto para rezar los rosarios (rezaba todos los días los 15 misterios), y muchas devociones que practicaba.

Pero sobre todo, era digno de admirar el recogimiento que tenía en las visitas al Santísimo en las que se aislaba de todo para no ver nada y estar más centrado en Dios. Tanto los de casa que conocíamos esa vivencia en él, como especialmente los que venían de fuera, quedaban admirados por su forma de estar en la iglesia.

Con frecuencia se le veía haciendo el viacrucis muy recogido por los claustros del convento o en la iglesia, ya que esta devoción era para él especial. Lo hacía a diario.

Sentía una gran atracción hacia la Pasión del Señor. Y cuando hablaba del Señor o de la Virgen María, era algo que causaba admiración. Podía en él más la emoción y decía cosas admirables de la Virgen María que a todos nos hacía pensar y muchas veces llorar como él.

También manifiesto que su vivir diario estaba centrado en vivir las virtudes evangélicas, las que vivía ejemplarmente. De forma más especial o al menos más conocida de todos, fue la caridad con los pobres y necesitados, como con los niños y ancianos, a quienes prestaba toda la atención, hacía todo cuanto él podía, adquiriendo ropa, comida o lo que necesitaran para llevársela a sus casas, ya que atendía y escuchaba sus peticiones. Sobre todo les visitaba para estar con ellos y hablarles de Dios, alentándoles para que llevaran con paciencia las pruebas de la vida, cosa que agradecían muchísimo.

Con los hermanos de la comunidad siempre estaba disponible para lo que le mandaran y en los trabajos que fueran. Huerta, fontanería, arreglo de cosas, servicios, etc. Todo lo hacía con mucho gusto y con el deseo de agradar a todos.

Y si la caridad la vivió con intensidad, lo mismo hizo con la fe y la esperanza. Con su gran testimonio nos animaba a todos a vivirlas con gozo. Creo que en estas virtudes están contenidas todas las demás, ya que el que vive la caridad vive todas las virtudes y sin ella no se vive ninguna. Quiso ser mártir, pero el Señor consideró más oportuno el martirio de cada día viviéndole como testimonio de vida, por eso vivió las virtudes en el grado heroico del mártir.

El día a día de la vida religiosa, le vivió con el deseo de ser santo. Siempre estaba deseoso de vivir su conversión con más entrega que en la vida pasada. Tenía un carácter fuerte, por el que luchó con gran esfuerzo durante toda la vida para dominarle. Él mismo se imponía castigos cuando alguna cosa no la hacía bien o no había respondido con la bondad que él deseaba. Siempre tenía palabras de aliento y consejos para superar las situaciones que afrontaba. Yo mismo soy testigo que muchas veces acudí a él para que me orientara o me diera algún consejo oportuno. Nunca olvidaré sus sabios consejos y orientaciones.

Son muchas cosas y vivencias a su lado por las que le tengo por una santo y a él me encomiendo. Me ha concedido gracias cuando he acudido a él, aunque estas no se las considere milagros para tener en cuenta. Yo le sigo pidiendo su ayuda y protección.

Madrid a 1 de noviembre de 2011.
-Día de todos los santos-