Sor Tarsicia Ganzerli

Religiosa Alcantarina nacida en Nápoles Italia, 
residente en Arenas de San Pedro (Ávila).

Sor Tarsicia trabaja en la Residencia de Tercera Edad, de Arenas de San Pedro -Ávila-. Y desde hace más de 30 años conoce a Fr. Jesús. Desde su llegada a Arenas de San Pedro, su ferviente espíritu religioso y místico, conectó con Fr. Jesús desde el primer momento, y en él descubrió a un religioso de gran altura espiritual, como también al santo que llevaba dentro. Da gracias por haber conocido a este religioso y santo español, dice ella. 

Entresacamos algunas de las ideas y pensamientos que en su comunicado nos hace:

Conocí al Hermano Jesús de la Cruz durante muchos años, casi nada más llegar a España. Luego durante todos los últimos años seguidos que estuvo aquí hasta su muerte.

¡Era un hombre de Dios! Cuando le llamaba, venía a arreglarme la cocina, repasar la calefacción, etc. Yo estaba, y he estado durante muchos años, en nuestra casa de Lourdes, que tenemos aquí en Arenas de San Pedro. Hablábamos de la Virgen, “de la Madre”, y yo aprendía y veía cómo él se expresaba tan ardientemente, con tanta pasión.

Cuando le invitaba a merendar, después de trabajar tanto, daba bendiciones a todo, y a mí también. Su bendición era para mí una cosa grande.

Un día que subía yo al santuario, él bajaba. Le pregunté dónde iba. El llevaba muchas cosas escondidas bajo su manto, y me dijo: “Hermanita, hay que hacer obras de caridad, hay mucha gente que no tiene nada”. Las fiestas de navidad, la víspera de Reyes, o el mismo día de Reyes, jugábamos a la tómbola. Él quería ganar para llevárselo a los amigos pobres, y si no ganaba, se impacientaba. Luego, todos le dábamos muchas cosas para sus pobres.

Para mí era como un san Pedro de Alcántara. Cuando entraba a la iglesia y lo veía en oración, me daba un testimonio de adoración admirable. Para él la misa era una cosa extraordinaria.

Era una persona muy fuerte, con mucho genio, pero al final era como una madre. Lloraba y se enternecía. Hablando de la Virgen, era excepcional. Era un hombre de penitencia.

Vestía siempre humilde, pero muy limpio. Sumiso en su actitud de poner los brazos recogidos. Cuando yo le miraba, veía a un ángel; tenía la mirada y los ojos lúcidos, como quien intuye.

No tenía malicia. Se creía todo; era muy simple, inocente. No pensaba mal de nadie o que alguien le pudiese engañar. Cuando la gente hablaba de fray Jesús, decían de él: “es un santo”, “un san Pedro de Alcántara”.

Era un hombre que buscaba y tendía mucho a la perfección. Yo le admiraba mucho, le quería mucho. ¡No sé qué era para mí! Alguna vez vi que a alguien no le gustaba que fray Jesús hablase conmigo, yo que casi no hablaba, porque no conocía el español. Pero yo le entendía y me daba ánimo sobre la vida eterna, la Virgen y Nuestro Señor. Su fuerza espiritual era enorme en mí.

Desde el cielo fray Jesús ruega por mí, como lo hacía cuando estaba sobre esta tierra, que pedía por todos. ¡Gracias, Señor! porque yo he venido desde Nápoles y he conocido un santo español.

Sor Tarsicia Ganzerli.