MM. Concepcionista de Pastrana

Sor Inmaculada Hernández de la Huerta.

Nos dice:

El Hermano Jesús era para nosotras muy familiar y fraternal según Dios. Era un religioso afable, muy abnegado, austero y sobre todo muy espiritual. Él se consideraba como un gran pecador, mientras que los demás eran buenos. Hablaba y parecía un gran asceta, con porte muy humilde. Cuando nos visitaba nos dejaba una huella de bondad y santidad. Todas sus conversaciones eran espirituales y le gustaba comentar la vida de la Madre Ágreda, como también de la vida de San Pedro, al que tenía gran devoción y trataba de imitarle.

De Cristo nos habló en muchas ocasiones y lo hacía con tal unción que se transformaba y nos emocionaba. De la Virgen hablaba con pasión y recordando La Mística Ciudad de Dios que la leyó mucho. Toda su vida era una realidad viviente. Lo mostraba en su amabilidad, en su religiosidad y en las obras de caridad que hacía.

Le gustaba hablar con la gente sencilla y sobre todo con los pobres y necesitados. Siempre estaba preocupado por atenderles y hacerles el bien... De frente a nuestro convento, les puso una puerta a unos pobres en la cueva donde vivían, ya que no tenían. A los “Corella” les visitaba y les puso puertas, grifos, lavabos, la luz y le llevaba comida, ropa, leña y les ayudaba en todo lo que podía. Pero sobre todo, les hablaba mucho de Dios, con mucho amor y ternura. Estaban muy agradecidos. Como quedaron muy agradecidos mis padres: Celedonio e Isabel a quien les puso toda la fontanería y el agua corriente, con pila para lavar. También les arregló unas vigas para que no se les cayera el techo. Él acompañaba a mi madre cuando tenía que ir al médico, pues no tenía otra persona. En mi casa decir viene Fr. Jesús, era como decir: viene el mismo Jesús, el Señor.

Luego en la calle, se hacía niño con los niños y todos le querían mucho y él siempre tenía algún dulce para ellos. Los mayores le saludaban con respeto y si le daban limosna, la empleaba para socorrer a los más pobres. Realmente era un religioso caritativo en palabra y obras.

Muchas cosas se podían decir de este Hermano que supo vivir en gran caridad, como en entrega para todos, siendo fiel obediente y muy penitente. Nosotras le veíamos como un santo. Su vida de penitencia, abnegación, religiosidad, caridad y amor a todos, así lo proclaman. Toda mi familia le recuerda y venera como a un santo.

Sor Inmaculada Fernández de la Huerta.