Recordando a Fr. Jesús

De Jesús Jabonero Jabonero

La reverenda figura del hermano Fr. Jesús de la Cruz, con quien viví en Arenas de San Pedro el año de 1959-1959 y posteriormente en Pastrana, la llevo muy dentro como enraizada y vertebrada en las virtudes teologales y morales que en él observé, sin las cuales no es posible articular una larga vida franciscana espiritual, viviéndola con esa autenticidad religiosa, de la que sin duda, otros darán cumplido testimonio con más y mejor conocimiento que el que yo pudiera aducir para tal motivo.

De forma especial me voy a referir a las perfecciones que más impactaron en mi persona y que son las que aún sobreviven indeleblemente en mi conciencia, tanto psicológica como moral y espiritualmente, pues su buen ejemplo siempre ha permanecido en mí.

Básicamente el tiempo vivido a su lado fue en Arenas de San Pedro, que es cuando observé mejor su calidad de de fe y vida religiosa. Después coincidí y viví un tiempo con él en Pastrana. Esporádicamente también en algunas reuniones, aunque estas sólo fueran temporal y circunstancialmente.

Recuerdo aún de forma viva, las actitudes que tomaba en su vida de piedad. Su forma de orar y meditar era digna de observación, porque permanecía totalmente centrado en su interior. Nada le inmutaba ni distraía, estaba en total diálogo con Dios. Esto me ha hecho reflexionar muchas veces sobre la oración de los santos, ya que veía a Fr. Jesús totalmente transfigurado, como viviendo ese tiempo de iluminación y de gracia que viven ellos. Era sin lugar a duda, ese tiempo de epifanía y de entera comunicación con Dios, cuando el Señor se hace más vivo y presente en la persona del santo.

También le vi y observé en los diversos actos de la vida, trabajando o realizándose en las múltiples ocupaciones del día, su testimonio me resultaba un auténtico modelo religioso, (dicho de forma filosófica: un dechado de contumacia provocadora). Su actitud impulsaba y comunicaba la fuerza de la fe animadora para seguir su ejemplo, como para vivir y seguir el camino de Cristo, que es el camino de perfección y la santidad.

El que toma su compromiso religioso en serio, como Fr. Jesús, vive todas las virtudes, ya que todas van unidas por el amor. De ahí que junto a la fe se manifestara en él la vivencia de una verdadera esperanza y con mayor intensidad la caridad. Hablaba con la seguridad del que ha hecho realidad la virtud de la esperanza. Las tinieblas de las dudas quedaban destruidas por la firmeza de su esperanza, pues presentía en él la realidad futura. Y al decir de la caridad, eran las obras las que hablaban en nombre de él. Le vi en Pastrana, en los vecinos de mi madre, realizando verdaderos trabajos y obras de caridad por amor a una familia pobre. La carta del Apóstol Santiago era una realidad en su vida vivida en total "caridad".

Tanto en Arenas, como el tiempo que conviví con él en Pastrana, puedo asegurar que siempre observé en él una actitud muy humilde. Consideraba buenos a todos y él se veía malo. Las cosas que no salían a gusto de los demás, siempre pedía disculpas. De ahí que luego tuviera esos gestos de humildad, pidiendo perdón y disculpas en lo que nos hubiera ofendido.

En la forma de vivir la humildad era donde mejor le veía trabajado por Dios, como el barro en manos del Divino Alfarero. Para mí, Fr. Jesús reflejaba la imagen del verdadero fraile Menor. Me pareció siempre el auténtico menor, como si él fuera el más "Mínimo" de todos los frailes menores. No deseaba figurar en nada, sino pasar desapercibido, ser el más “pequeño”, mientras que para Dios era grande y lleno de bondad e inocencia. Era realmente como la imagen que pone Cristo en la figura de ese "niño evangélico", lleno de inocencia bondadosa. Era en verdad, uno de esos “pequeños que forman el Reino de Dios”, pero que tienen el corazón grande que rezumaba el amor caritativo que agrada a Dios, al estilo de esos santos franciscanos, como San Diego, San Pascual y otros muchos.

La sencillez, como transparencia de vida, en él se convirtió en un don puesto al servicio de los demás. Una sencillez que era todo bondad y servicio para los demás. ¡Cuántos trabajos y servicios haría por los religiosos, los pobres, enfermos y gente necesitada sin darle importancia! Era como el sello del amor de Dios que se manifestaba y se hacía visible en él. Dios es amor – caridad-, amor para todos. Esto era lo que Fr. Jesús deseaba hacer de su vida, una meta de amor vivido con sencillez, alegría y generosidad. Ser la mano providente que en nombre de Dios difunde el amor, entregando lo mejor que tiene dentro de sí para bien de los demás.

Los que le conocimos sabemos que hablaba de las cosas de Dios como los teólogos y entendidos. ¿Cómo adquirió esta sabiduría espiritual un hermano lego que no tenía estudios? Su vivir para Dios fue lo que le llenó de la sabiduría de Dios. Una vez más el evangelio de Jesús se cumple en él. De siempre el evangelio de los humildes y sencillos se vuelve en ellos sabiduría y revelación de Dios, porque ellos se hacen imitadores de Dios.

Probablemente, la providencia de Dio puso en sus manos un libro que le resultó ser "el tesoro escondido": "La Mística Ciudad de Dios", de la Madre Ágreda, al que leyó muchas veces. Y él guiado por las enseñanzas de la Virgen que le comunicó este libro, se llenó de esa sabiduría que antes indicábamos. La palabra aprendida, pero dicha con sencillez y "con pasión", se convirtió en predicación evangélica que dio muchos frutos, tanto en los sencillos como en los entendidos del saber y los mismos teólogos. También Fr. Jesús repetía con el Evangelio: "Te doy gracias, Señor, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los humildes y sencillos" (Mt. 11, 25).

Como fiel seguidor de San Francisco de Asís, vivir la pobreza fue para él la meta de su ideal religioso franciscano. En lo que yo vi y aprecié de él, puedo decir que Fr. Jesús fue verdaderamente pobre para sí. La suya fue una pobreza entendida no sólo como carencia externa de cosas, sino vivida con todo desprendimiento, sin tener nada para él, despojado de todo, viviéndola como una "desnudez" que reviste el interior llenándole de belleza y de gracia. Dios era su única posesión. Los pobres eran su riqueza. Al estilo de su paisana Santa Teresa, parecía proclamar el verso poético: "vivo sin vivir en sí". Para los pobres como él, Cristo dejó escrito: “Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielo” (Mt. 5, 20).

Su ejemplo ante el pueblo de Pastrana fue el de un santo, sirvió a los pobres y humildes. Curó a los enfermos; vistió y llevó vestidos a los que sólo tenían ropa pobre; visitó a los enfermos llevándole consuelo y palabras de caridad. Cuidó y ayudó a las viudas y a los niños, por los que sentía gran compasión. Se compadeció de los marginados, borrachos, drogadictos y malolientes. Se hizo amigo de todos, "para ganarlos a todos", para que todos nos sintiéramos hermanos. Ellos nunca le olvidarán porque vieron en él al hermano compasivo, al enviado de la Providencia, al Cristo evangélico.

Siento el que fuera tan corto el tiempo vivido a su lado, pues del santo siempre se aprenden muchos y buenos ejemplos, como siento que la distancia del tiempo haya borrado detalles y muchas cosas sobre la vida de este religioso tal excepcional, que vivió sus compromisos al estilo de los santos. Pero lo que no se ha borrado y quedan en mí, son estos recuerdos admirables de verle vivir las virtudes más esenciales con verdadero testimonio evangélico. Por eso, doy mi testimonio sobre el hermano Fr. Jesús, para que su causa (como "signo" y "vestigio" de la causa primera -San Buenaventura-) sea reconocida por los fieles y de forma especial ante la Santa Madre Iglesia. Sólo un ruego: que nos ayude e interceda por nosotros.

De Jesús Jabonero Jabonero
Para Testimonios.
Madrid.