P. Antolín Abad Pérez

Que hizo el noviciado en 1933 y sufrió la guerra en diversos frentes. Convivió con Fr. Jesús y le conocía bien. Falleció el 13-9-2007, nos dejó este testimonio de Fr. Jesús escrito en 
SANTUARIO, no. 121.

FRAY JESÚS PAREDES DE LA CRUZ (1911-1998)

Dos cifras de años que encierran una vida toda volcada hacia Dios en el servicio a sus hermanos los hombres, seglares y religiosos, pobres y ricos, jóvenes y ancianos, chicos y grandes. Un alma cálida en un semblante ascético. Un religioso que sólo vivió para Dios y supo descubrir su presencia en el mundo que le rodeaba. De dura ascesis para consigo, era la humildad hecha gesto de sonrisa y desvelo para con sus semejantes. Enamorado de la lectura espiritual, fue la Madre Agreda y su «Mística» la que formó su espíritu y modeló su vida.

Un hijo de Dios, que nacido en ultramar, adquirió su desarrollo en la Castilla ascética y dura en que viera la luz y creciera la Reina Católica, Isabel. No sé si ese lazo del espacio vital y humano significó algo en su trayectoria, pero sí que el cielo de Arévalo y la autenticidad castellana reflejan bien a este religioso franciscano, porque además confluyen en él muchas corrientes y muchos magisterios: Pedro de Alcántara y Teresa de Jesús, el mundo de las «Florecillas», y, por lo mismo, su visión franciscana de la vida; en fin, que ha sido una figura poliédrica, con numerosas aristas y caras de una luz y color, reflejadas en su existencia longeva.

1.- El castellano que nació en Buenos Aires

 

Sí, porque sus padres pasaron el mar y contemplaron aquellos horizontes buscando trabajo y un mejor vivir que en la llanura abulense. Allá vio la luz en 1911 el día 3 de diciembre, que recuerda al santo de los caminos y mares: Francisco Javier, el de la impaciencia divina, que no logra su sueño de penetrar en la gran China y muere cuando cree alcanzar sus costas.

Fray Jesús, niño, torna a España y es su abuela la que modela, cuida y ayuda el desarrollo del pequeño. Allá, en su pueblo de infancia y juventud, vive una existencia de auténtico fomento de lo espiritual y allí su afiliación a la Juventud Católica. En los años de la II República española (1931-35), traba relación y hace suyas las aspiraciones de sus amigos y compañeros, y de entre ellos podemos destacar el que más tarde sería el gran periodista Emilio Romero, de la casta de esa familia tan varia y rica en su faceta humana.

Pronto da el adiós a sus sueños de corte horizonte y se viene a Arenas y busca otro horizonte: el retiro alcantarino a los pies del macizo de Gredos, llegamos al desenlace de aquel experimento de transformación de una España rural y en cerrada en su vida terrena, sin esperanza de amanecer de luz y de alegría. Arévalo, Madrigal de las Altas Torres: sueños de literatos e historiadores, que a nadie en aquel entonces parecen interesar; está la política de por medio y el cielo español se cubre de nubarrones, como cantara el poeta José María Pemán: «Se ha cubierto la tarde de Castilla / con el aire opaco y gris que presagia tormenta. / La corneja chilla: tengo miedo, Señor, en esta tarde de Castilla...». Bueno, supongo que tampoco a los jóvenes de Arévalo les era indiferente el miedo del poeta.

2. En plena tormenta.

 

Fray Jesús no supo o no quiso escribir nada de aquellos primeros días en su nueva andadura; prefirió el silencio. Llegó al convento retirado de Arenas de San Pedro en 1935 para iniciar su vida bajo el magisterio del confidente de Santa Teresa, Pedro de Alcántara, y la égida formadora y espiritual del padre Santiago Biezma, que ya tenía expresada en sus años de servicio en Puebla de Montalbán (Toledo) como Rector del Colegio Seráfico.

Pero aquí tiene otras características: allí formaban a niños, que luchaban por hacerse mayores; en Arenas son algunos bastante niños, pero también los hay mayores, y todos quieren vestir el hábito del "Pobrecillo de Asís» y aprender las lecciones de un darse a Dios ayudando a los humanos, a sus hermanos. Entre ellos, allí están Julián Toledano, Francisco Domínguez, Basilio Ogueta, y nuestro Manolo (creo que éste era su nombre). El padre Santiago tiene acento y palabra cálida, pero también doctrina y saber para alimentar las ilusiones de estos aspirantes y, sobre todo, hacer de estos jóvenes hijos de Pedro de Alcántara. Desgraciadamente su magisterio se verá truncado por el estallido de la guerra civil; los jóvenes y también los ancianos, todos han de abandonar su retiro y noviciado y huir hacia los pueblos del Barranco, donde son acogidos por los vecinos, que tan apegados se saben al Santuario de Pedro de Alcántara.

Y allí, en el campo, respirando la brisa de los pinos y en querencia de los paisanos, pueden verificar que el cielo se va cubriendo más y más, que la atmósfera política es cada día más turbia y que su futuro se hace más incierto. El convento ha sido ya asaltado, los exaltados revolucionarios han cometido sus desmanes, pero fray José Trinidad, que aguantó la embestida y con su ingenio supo capear el temporal, salvó el conjunto del tesoro artístico.

Nuestros religiosos viejos y jóvenes novicios, han de emprender la fuga, salvar el macizo de Gredos e intentar escapar de aquel círculo de fuego que es el Barranco y lo que se ha llamado zona roja. Y así, divididos en dos grupos, inician la marcha. Fray Jesús va en el más numeroso y arrastrando con su fuerza joven al padre Valdellós, que difícilmente tira de su carga física y cuerpo desmedrado. 

Con todo parece que la caravana va ganando terreno y que pueden soñar con lograr huir de los enemigos y gozar de la libertad. Pero cuando apenas han remontado el Boquerón, saliendo a La Hija de Dios, los soldados nacionales les salen al encuentro. Los toman, por su aire derrotado y triste, por un grupo de ladrones o "rojos» y se disponen a liquidarlos; pero entre esos voluntarios hay uno de Arévalo que reconoce a nuestro hermano novicio y exclama: "Pero tú eres Carlos», con lo cual todos aceptan que estos desarrapados son los frailes de Arenas. Lo comunican a Ávila, al Gobierno Civil y también al padre Victoriano Rodríguez, que envía un coche particular a recogerlos... Ha terminado ese incierto vivir y en la ciudad castellana han de empezar nueva vida y ¿nuevo noviciado? No sé, este aspecto queda en la penumbra. El padre Victoriano se volcará en su asistencia y en la ordenación de su vida regular.

En 1937 tornan los novicios y hasta se rehace la comunidad. Emiten sus votos religiosos y la vida torna a cantar su salmo de oración y trabajo, pero luego la movilización militar se llevará a los jóvenes. Fray Jesús empieza una nueva etapa: la vida en comunidad y la carga del trabajo allí, para pronto ser trasplantado a otros conventos. El padre José Moya, delegado provincial nombrado por Roma, hace el esfuerzo de reanimar la vida de la Provincia rota por la guerra: abre el convento a un grupo de niños, queriendo restablecer el Colegio Seráfico, y allí trabajarán en la labor educacional y escolástica el padre Molina, el padre Atanasio y otros.

Mas al padre Moya no le satisface este primer esfuerzo restaurador: quiere un nuevo pivote para su labor y dispuso lo necesario para que se adaptara también el convento de Mayorga de Campos como segundo Colegio Seráfico. Y a esta Tierra de Campos envió a fray Jesús para disponer la Casa, buscar los elementos necesarios y dejarla dispuesta y pronta para abrir el segundo Seminario franciscano.

Pero la guerra termina, vuelve la paz y el anterior gobierno dejó todo en suspenso. Total que el propósito del padre Moya no cuajó. Lo sé por referencias ciertas: mejor, por confesiones del propio fray Jesús.

3. Las últimas etapas.

 

Esta etapa que ha tenido un amanecer frustrado en Mayorga de Campos, no fue sino el primer eslabón de una cadena de servicios que no se han interrumpido.

A Madrid, convento de San Antonio, llega con destino en 1944 y aquí su actividad no conoce descanso: sacristán, aficionado a cubrir y llenar vacíos Lo mismo atiende al culto y servicios de la sacristía, que busca medios de evitar gastos y fabricar velas, arreglar tuberías, rodearse de un grupo de ágiles monaguillos, que en todo secundan su voluntad y propósitos. Es albañil, fontanero, arreglador de altares y servidor de los fieles que frecuentan este templo. Además es hábil y fecundo en su coloquio y sabe hablar con unción y fe convencida en modo tal, que resulta hábil predicador y elocuente expositor del ideal cristiano.

Vuelve a Arenas y allí le nombran maestro de postulantes: para esto no tenía precio. Ejemplar en el trabajo, asiduo en la oración, exigente y mortificado, sabe encauzar a todos por las vías del Señor...
En los años sesenta (1962-68) lo envían a Pastrana y aquí sus aficiones encuentran un campo abierto: cocina e iglesia, fábrica de la casa, reparaciones siempre necesarias; a todo llega y en todo pone su mano incansable.

Y nuevamente a Madrid en 1968, con su escuela bien practicada, pues atiende a la cocina, se vuelca en la asistencia a los pobres y con su pequeña caja instrumental gira por las calles y llega a todas partes para arreglar lavabos, soldar tuberías, estañar servicios eléctricos, buscar trabajo para necesitados. Los pobres de Vallecas recordarán su nombre y cariño efusivo para con los humildes y necesitados...

Cuando vuelve a Arenas en 1973, su naturaleza acusa el desgaste y, con todo, se le verá en la huerta cavando, limpiando sendas y sudando bajo el sol de plomo, así como luchando contra el frío, en un esfuerzo agotador.

Y así el día de Viernes Santo de este año de gracia su cuerpo maltratado cedió en resistencia y fue devuelto a la tierra de que se formó ese barro sólido, que parecía frágil y fue de arcilla, que aguantó los embates del tiempo y de su vida de asceta, yéndose al «inmortal seguro». Han sido, pues, 86 años de una vida que se entregó a Aquel Señor, de quien la recibiera. Allí, en la presencia de ese Señor y Padre seguirá rezando e intercediendo por nosotros...