“Me adelanto a la aurora... pidiendo auxilio, esperando tu Palabra”


Este salmo (Sal. 118, 147...), Fr. Jesús lo hacía una realidad cada día. Madrugaba para tener trabajos hechos y dedicar más tiempo a las alabanzas del Señor. El místico busca y necesita el tiempo de Dios, el tiempo del silencio, de encarnación. El ángel de la luz trae la antorcha encendida, el sol de la mañana luminosa de gracia. Deliberadamente se sale de la estructura parra buscar la aurora de Dios. Las tinieblas del mal huyen avergonzadas. Dios lo llena todo de hermosura. La diosa aurora marca el sentido de la vida. Todo entra en ambiente de paz, de armonía, de vida.

Me adelanto a la aurora.