La cruz fue el símbolo de mi vida; vino del cielo, la vi, la hice mía, la amé


La mirada de Fr. Jesús hacia la cruz proyectada sobre la tierra, no es de quietismo, sino de contemplación. No es el yoga, sino la aceptación, la efervescencia de la caridad que urge. Con un impulso -sobre el fondo sereno el mar remueve la superficie-, la vida rompe la urna y se lanza a la altura y bajura de la Cruz. Es tiempo de crear, de amar, de ser fuerte y confesor de la fe.

Creo en la Cruz,
Creo en la Resurrección.

Y así saltan los resortes, y se afianza como un áncora.

"Yo... de la Cruz”.