José Luis Gómez Ramos

Vive en Talavera de la Reina (Toledo).

Para mí es un gran honor poder escribir estas humildes letras de una gran persona, a la que tuve la suerte de conocer. Una persona que de una forma u otra marcan tu vida positivamente para siempre.

El recuerdo que me ha quedado de Fr. Jesús de la Cruz, es el de una persona íntegra, humilde, bondadosa, amable, de buen corazón, capaz de mirar a las personas y leer en su interior.

Recuerdo que mis padres me llevaron a visitar el Santuario de San Pedro de Alcántara y allí conocí a Fr. Jesús. Mi padre estaba enfermo, le habían amputado una pierna y quería tocar el rosal sin espinas del santo. Nos encontramos con Fr. Jesús en el huerto y enseguida entabló una conversación espiritual. Su forma de ser nos hizo sentir como en casa y en familia. Nos habló del Santo y sus virtudes. Como el rosal era pequeño no se daban ramas para no extinguirlo, pero para que mi padre no se desilusionase, le dio un trozo. Como era todo bondad, enseguida manifestó sus gestos caritativos.

Después le visitamos más veces y siempre intentaba complacernos y hacernos felices. Con mi padre se volcó en atenciones, ya que estaba enfermo. Estaba lleno de caridad y de amabilidad, pues siempre nos obsequiaba con presentes y objetos religiosos, rosarios, estampas y pequeñas cosas que a nosotros nos hacían felices. Nos hacía el rato agradable y nos enseñaba las herramientas con las que trabajaba, lo rosales que cuidaba, las hortalizas, etc.

También nos explicó el museo y en todo hizo su correspondiente catequesis. Lo hacía con todo cariño y más porque se dio cuenta que mi padre, debido a su enfermedad, se sentía desalentado y desanimado, para que recobrara la esperanza y hacerle un poco más feliz, frente a tanta prueba.

De regreso de una visita que le hicimos sucedió algo que no olvidaré jamás. Por el camino mi padre le dijo a mi madre que había recuperado la vista, que ahora veía cosas que antes no podía ver. Y es que durante esas charlas que mantenía mi padre con Fr. Jesús, le comentaba lo mal que se encontraba realmente y Fr. Jesús entonces le puso las manos en la cabeza de mi padre. Personalmente creo que Fr. Jesús, como hombre de Dios, le dejó ver a mi padre todo esto antes de fallecer.