Hermano de todos

Manuel Prieto Prieto

Conviví con Fr. Jesús durante el año de noviciado 1959-1960, en Arenas de San Pedro (Ávila). Posteriormente en Madrid durante los años que van de 1968 al 1973. Después, sin poder concretar el año, en Manilva (Málaga), invitado por Don Ricardo Huelin y Ruíz Blasco, -sobrino del pintor Pablo Picasso-. Era admirador sincero del hermano Fr. Jesús y bienhechor de las "caridades" que el hermano hacía a los pobres.

Conviví también con el hermano Fr. Jesús durante los quince días que por espacio de tres años, visitó la casa de mis padres en Riofrío de Órbigo (León), donde se ocupó de instalar las conducciones de agua corriente en baños y cocina, amén de otras "chapuzas", incluidas las del portal de la iglesia parroquial, "porque hay que hacer algo también en la casa del Señó", me dijo.

Tengo la percepción de que la convivencia con el hermano Fr. Jesús, durante los viajes y estancia con mis padres, fue mucho más cercana e intensa que la de los seis años que conviví en comunidad con él, le conocí mejor, aunque ya tenía del hermano Fr. Jesús la convicción de que era un religioso ejemplar; quizás fue desde ahí, aunque no recuerde bien, cuando tuve la firme persuasión de convivir con un "hombre santo". Mis padres así lo percibieron y me lo dijeron a su modo: "este entra en el cielo con las sandalias que lleva".

Era admirable ver su actitud y recogimiento en la oración. Su presencia, junto al altar, en esa interioridad con que participaba en la eucaristía, atraía las miradas de la gente. Su sola presencia era objeto de reflexión e invitación a la oración.

Personalmente me sorprendía la pasión en todo lo que hacía y, a la vez, la inocencia enternecedora con la que se manifestaba. Los ojos de compasión y bondad con los que siempre miraba a los demás y la consideración de pecador y débil que tenía de sí mismo. Siempre circunspecto, pero con gesto de amabilidad y humanidad que inducían a pensar que estaba siempre en la presencia de Dios.

Me cuesta discernir cuál es el grado heroico en la práctica de las virtudes llevado a cabo por el hermano Fr. Jesús de la Cruz. Pero su firme decisión de emprender la vida religiosa franciscana en 1935, cuando las condiciones nacionales tan convulsas como las que en aquellos días se daban, fue ya elevar verdaderamente la virtud al grado heroico. Heroico fue también su proyecto de vida en plena juventud (matar al hombre viejo y emerger nueva criatura), con una total entrega a los más pobres. Y todo en nombre del "Señó", como solía decir, y de su Santísima Madre, la Virgen María, de los que hablaba apasionadamente hasta derramar lágrimas y hacer llorar también a los que le oíamos.

No he conocido a nadie que al hablarle del hermano Fr. Jesús no afirme: "ese era un santo". En esta convicción llevo personalmente mucho tiempo, de tal forma, que en compañía de otro hermano, sentí la obligación de adquirir y recoger documentos gráficos que perpetúen su memoria, ya que intuíamos próximo su final. Con anterioridad ya habíamos decidido iconografiarlo, para que su presencia perdurara entre nosotros.

Durante toda su vida fue patente y manifiesta ante todos, su fe profunda y su vivencia religiosa, como lo fue la caridad para con los pobres y necesitados, a los que siempre socorrió. Su amor a los niños e inocentes, que tan admirado era por todos, como el cuidado de los enfermos a los que visitaba, para consolarlos y hablarles de Dios o de la Virgen Santísima, Su admirable respeto, con ese gesto agradable y bondadoso; su humildad y sencillez, admirada por todos, como las diversas virtudes evangélicas que vivía y practicaba, en lo que yo conozco, dan como resultado esa admirable ejemplaridad de vida

Quiero con mi breve testimonio, proclamar que Fr. Jesús de la Cruz vivió una vida evangélica y santa.

Para TESTIMONIOS
19 de marzo de 2012.
Fiesta de San José.