Fr. Jesús es un santo

Por Mariángeles Gallego

Después de leer la vida espiritual de Fr. Jesús, me siento animosa para dar mi testimonio sobre este religioso franciscano, que tan admirablemente vivió esa "vida oculta de un místico", dejándonos ejemplos espirituales tan llenos de bondad, que nos pueden ayudan a tomar la santidad con el empeño que lo hicieron los santos. Su lectura no sólo me produce paz y serenidad, sino que me abre caminos para una vivencia más esperanzadora en ese deseo de conversión y de búsqueda de Dios.

Para mi Fray Jesús de la Cruz es un hombre de Dios y le veo como un franciscano admirable, simpático, siempre sonriendo, lleno de esa felicidad de Dios, de armonía y de paz a la hora de rezar, de meditar, de predicar con su ejemplo y comunicar la palabra de Dios. De su lectura y meditación de la palabra de Dios llenaba de gusto su espíritu para ayudar a los pobres y sencillos de corazón. Con ellos vivía sus angustias y sus alegrías sintiendo gozo el hablar con ellos, animándolos a que olvidaran sus penas y sus dolores de cada día.

Es estimulante el ver el gusto que sacaba del trabajo para santificarle. Su destreza para todo, como albañil u hortelano, el estar pendiente de la calefacción para que ni él ni sus hermanos pasaran frÍo. Tanto si vivía en parroquia como en el convento, allí donde estuviera destinado realizaba su trabajo, bien en la portería o atendiendo a los fieles en todo. Le gustaba ayudar a misa o a dar la comunión, haciendo con alegría las labores de la iglesia, prestándose siempre para que contaran con él, o él les ayudara en sus trabajos. Es admirable su disponibilidad para realizar cualquier trabajo, haciéndolo todo con agrado, como quien sabe que sirve a Dios.

Este hombre de Dios sacaba gusto espiritual en todo. Dicen que hablaba con los animales y las plantas, de ahí que le gustara el pasear por los jardines y la huerta del convento, especialmente la de Arenas de San Pedro. Porque la contemplación de todo le llevaba a Dios y las criaturas para él eran presencias de Dios.

Con su vida de oración realizaba su unión con Dios. Porque se veía a sí mismo "nada" y pequeño ante Dios, le gustaba estar de rodillas, como humillado, rezando ante el Santísimo Sacramento del Altar cuando exponían al Señor Jesús en la Custodia. Y muy especialmente en la Adoración Nocturna. Rezar y meditar en silencio ante el Dios Bendito y Alabado, era llenarse de gracia y de vida de Dios. Atender y escuchar de todo corazón lo que Dios le comunicaba, teniendo los oídos del alma bien abiertos ala Palabra de Dios, como el alimentarse de la Eucaristía cada día para entregarse enteramente a Dios, mediante la comunión con Cristo Jesús, esa era la fuente de agua viva que le daba fuerzas para luego llevar ese amor caritativo a los hermanos, a los pobres o a los enfermos. Esto para mí no solo es admirable, sino obra de santos, de personas que llevan a Dios y le manifiestan.

Fray Jesús fue un aventajado hijo de San Francisco de Asís, como también un auténtico y fiel devoto de San Pedro de Alcántara. El se parece a muchos santos franciscanos que hicieron lo mismo que San Francisco o San Pedro de Alcántara. Saber dar gracias en la oración, como lo hacía Fray Jesús, por lo que Dios le había dado y él había recibido, es saberse bendecido por Dios y enriquecido por tantos dones inmerecidos. Por eso él estaba siempre dispuesto a ayudar religiosamente a todos, sin nada a cambio, como a interceder pidiendo por todos, de forma especial cuando le encomendaban alguna causa. Nada de extraño el que luego se dejarse iluminar en su camino diario por el Señor, estar siempre en alerta o vigilante para lo que necesitara cualquier persona.

Yo creo que todo le vino por esa gran atracción que sentía por la Virgen María, la Madre, por la que sentía amor y ternura sin límites. Sus meditaciones con la Virgen le llevaron a la perfección espiritual, a vivir muy unido a ella, teniéndola como amparo y refugio para que le librara de todos los peligros del mal. Ahí es donde está su verdadera vida oculta de místico. ¡Admirable!

Para mi Fray Jesús de la Cruz es un ejemplo de vida espiritual, de luz y de oración, al que merece seguirle por tantas cosas que hizo en su vida franciscana como persona. Me encanta su vida y quiero poder imitarle o por lo menos seguir sus enseñanzas para hacer lo que hizo con todos, especialmente con los más necesitados, por eso quiero dejarme alumbrar por tan gran franciscano que fue Fray Jesús de la Cruz.

Que este sea mi testimonio en pro de su causa.

Por Mariángeles Gallego
Alcorcón, Madrid. A 22-9-2012.