Estos fueron mis amigos: los pobres, los niños, los ancianos...


Manos que no dais, ¿qué esperáis?

Más allá de la pintura, acuarela con agua, pincel, tiempo en el caballete, cesta o cara, horas de preparar el bastidor, de acuñar bien el lienzo, elegir el marco, tensar y dar el barniz, colgar en la pared, recibir los juicios. Más allá está la caridad.

Se representa una escena de la vida de Fray Jesús. Generoso, procurando recibir para dar a sus amigos los pobres, y sabiendo que esto no gustaba a veces, intuyendo que a sus manos no llegó la ofrenda de sus bienhechores.

Era para los pobres. A él le sobraba con unas apostólicas, los pies descalzos casi siempre, limpio y con sus herramientas en la cartera para llevar la grifa, el destornillador, la cinta aislante, el casquillo de luz, la bombilla, los cables...

Cuando llegaba a una casa, lo de menos era la curiosidad. Se prestaba rápidamente a preparar el cuarto de baño, la cocina, la instalación de la luz, las reparaciones del solado, quitar goteras, colocar tela asfáltica. La caridad era ayuda, y una buena palabra.

Lo mismo en Talavera, en Alcalá, en Pastrana que en Arenas. La caridad era oficio bien hecho para los pobres. Aún lo saben en Madrid, y en Arévalo.