D. Lorenzo Galán Sáez

Párroco y coadjutor en Arenas de S. Pedro. 
Hoy Párroco en Mijares -Ávila-

Y se llamaba Fr. Jesús, así a secas, sin títulos ni palabras de lujo. Mira que resulta difícil hablar de la gente sencilla y humilde. Son silencio, como Fr. Jesús. Aparentemente pasan desapercibidos. Son palabras que no suenan; gestos que no llaman la atención. Son silencio.

Tuve la gracia de conocer y tratar a Fr. Jesús muchos años, recorriendo el pueblo, visitando enfermos, conversando con gente sencilla, rebuscando limosnas en sus vacíos bolsillos de fraile pobre. Pasé ratos con él hablando de cosas y casos, de la vida y del mundo con su unción, su radicalidad, su fuerza, que de todo esto tenía cantidad.

Era hombre servicial, o mejor servidor y hermano franciscano “a lo divino”. Con qué ilusión y mirada me enseñaba el invernadero planta a planta, paso a paso, gozo a gozo, viviendo la voluntad de Dios, porque ¿sabes, Lorenzo?, es la “comida de los frailes”.

Su amor a la Eucaristía era sorprendente y convincente. He compartido con él muchas noches a lo largo del año, en los sábados ante el Santísimo en La Adoración Nocturna de la Parroquia de Arenas. Al atardecer del sábado recorría el camino desde el Santuario a la Parroquia y de madrugada le solía llevar en mi coche a su Casa, con palabras de gratitud y de disculpa por lo que llamaba “favor”. ¡Impresionante ver a este fraile hincado de rodillas ante el Santísimo, con su cabeza en el suelo, pero apuesto que con su corazón en el cielo! Adoración al Santísimo, Eucaristía, Acción de gracias, que gustaba, regustaba y contagiaba. ¡Dios!

Por mi tarea pastoral con jóvenes, di varios cursillos de Vida y Gracia en la Casa de Ejercicios del Convento. Allí me reencontraba con este fraile sencillo, humilde y animoso. Aparecía en cada esquina, en cada pasillo, en cada momento, sólo buscando servir a los jóvenes, a los monitores y a mí mismo en las cosas sencillas de la Casa.

Alguna vez rezó con nosotros y disfrutaba viendo a cantidad de jóvenes buscando orientación, camino para vivir, sueño de futuro y maduración de su fe. ¡Cuántas veces le he visto llorar de gozo, de emoción y de alegría en las Clausuras!

Subía a la Casa de Ejercicios en sus ratos libres buscando ser útil, y marchando a su celda, a su tarea, para dar la calefacción y dejarnos su recadito: “vosotros no paséis frío, que no sois frailes”. Delicadeza pura.

Llamaba la atención a los dieciocho añeros/as y a mí también, ver a Fr. Jesús rezando el rosario con un casete, en el que tenía grabadas las respuestas y meditaciones. Alguna chica alucinada me comentó: “Fr. Jesús habla con la Virgen y Ella le contesta en alto”. Y no se equivocaba.

Jóvenes y mayores en Arenas decían: “se parece a San Pedro... Ahí va San Pedro”. Un buen testigo. Así vi a este pobre, humilde fraile.