Adfmirábamos su bondad

Severino Cervero Vicente

Dado que la memoria de Fr. Jesús de la Cruz está tomando cada vez más fuerza y sentido de Iglesia, quiero que no falte mi testimonio en pro de su causa, para que aportando entre todos aquellos hechos que vimos y conocimos de este hermano, se haga la luz necesaria para que la Iglesia pueda encontrar razones para poner en marcha este proceso de santidad, con el que pueda mostrar al mundo la ejemplaridad de la fe de estas personas que tanto bien han hecho a la humanidad, al tiempo que sea también un testimonio fehaciente de esa presencia de Dios en medio de nosotros, manifestada en Cristo y el buen ejemplo de estas personas bondadosas que vivieron una vida humilde, sencilla, llena de fe, de justicia, de amor al prójimo, de servicios de caridad, de pacificación y delicadeza, del bien hacer a favor de los pobres y necesitados, donde Dios vive humillado, reclamando la dignidad de los hijos de Dios.

Y aunque yo no haya tenido la suerte de los que han vivido muchos años con él, sí al menos le he conocido y vivido tiempos en su compañía, que son para mí motivos suficientes por los que puedo emitir mi testimonio solidarizándome con su causa.

Conocí a Fr. Jesús en varias ocasiones y me he encontrado con él en distintos lugares (Arenas, Madrid), en periodos cortos pero con bastante frecuencia, sobre todo en Alcalá de Henares, cuando venía a visitarnos porque solicitábamos de él ayuda para que arreglase algún desperfecto que teníamos en la casa (goteras, escaleras, etc.), dadas sus cualidades e ingenio para este tipo de obras. Él venía con mucho gusto porque además era la ocasión propicia para que él pudiera tratar con los pobres, a los que con frecuencia encontraba en esta parroquia y a los que atendía con solicitud y cariño.

La impresión que me causaba siempre su presencia era la de ser un religioso con una fe profunda, madurada, buscada y reflexionada con los años, llena de experiencias, de íntegro sabor, de viva ejemplaridad. Era muy fervoroso, ingenuo y sin doblez, lleno de amabilidad, siempre disponible y servicial, muy sencillo y a veces infantil, lo que se dice un auténtico y verdadero franciscano.

Cuando venía a Alcalá todos disfrutábamos con él, pues hablaba de la vida religiosa animándonos a todos a la "santa perseverancia", que repetía con frecuencia, para que fuéramos fieles al Señor, ya que hemos sido elegidos por Dios. Su teología podía parecer humilde por la sencillez con que lo decía, pero era profunda de contenido y calaba muy dentro. De hecho, los fieles de la parroquia le apreciaban mucho por las cosas santas que les decía. Con todos aprovechaba la ocasión para hacer su apostolado. Con todos intimaba, se hacía amigo de todos y de todos se compadecía cuando le contaban sus penas o problemas.

El tiempo que estaba en Alcalá con nosotros, lo disfrutábamos porque le sacábamos conversaciones y temas religiosos sobre los que él disfrutaba hablando y comentando los momentos de gracia que vivíamos. Él ponía pasión a cuanto decía, incluso cuando se emocionaba levantaba más la voz, al estilo de los predicadores. Y no digamos cuando hablaba de la Virgen María, "Ntra. Santísima Madre", decía él, porque entonces se emocionaba hasta llorar como un niño, y con lágrimas en los ojos y mucha pasión nos decía cosas que también nosotros sentíamos la emoción. Todos admirábamos aquella bondad y fervor que él ponía al hablar de estos temas espirituales. Entre nosotros decíamos que aquello nos servía como de unos ejercicios espirituales, porque renovaba nuestro ideal religioso animándonos con su ejemplo a ser cumplidores de nuestro deber.

Sus conversaciones más frecuentes eran hablar de la "Santísima Virgen" de su "Bendito Esposo San José" y de la "Madre Ágreda" para quien su libro "La Mística Ciudad de Dios" le servía de referencia a la hora de conocer a la Virgen y a San José; conocerles, como decía él, para amarles e intentar imitar su vida, aunque reconociendo y diciendo en alto, que él era "un gran pecador" indigno de lo que la Virgen hacía por él.

De la Virgen siempre que hablaba era para decir que lo que más le pedía era que lo mantuviera "fiel" hasta el final de su vida pensando que como era frágil y pecador el demonio le pudiera llevar por otros caminos. Recuerdo, en este sentido, que entre las muchas canciones de la Virgen que le grabé cuando le fui a preguntar que si le gustaban me respondió que sí, pero entre todas una de ellas me emociona -me respondió-, y era aquella canción de Palazón que dice: "Madre de los creyentes que siempre fuiste fiel, danos tu confianza, danos tu fe." Un día se me acercó con la cinta y el casset agarrado por el asa y me dijo con lágrimas en los ojos: me gusta mucho la canción pero lo que más me gusta es cuando dice de la Virgen "que siempre fuiste fiel". Cuando la oigo no hago más que echar la cinta hacia atrás y escucharla y así me pasaría todo el rato. Me podrías grabar toda la cinta con esta frase y sería feliz. Al poco rato le volví a grabar la cinta y la frase la repetía ocho o diez veces seguidas después de cada estrofa.

Nunca olvidaré el gozo y la alegría que le dimos en esta casa, cuando le dijimos que iba a conocer Ágreda, el lugar donde se escribió esa historia maravillosa de la Virgen. Era el 20 de abril de 1981. Fue acompañado por los hermanos de la casa y cuando retornaron a casa contaban y no paraban de decir cosas sobre Fr. Jesús. Cuando llegó a aquel lugar cerró la vista al mundo y de rodillas entró en profunda meditación con la escritora y sobre todo con la Virgen María, la Madre, como él la decía. Allí se quedó aislado de todo, mientras los otros veían la casa y todos los pormenores con detención. Pasaron las horas y cuando volvieron allí estaba postrado delante de la Madre Ágreda, en profunda oración dialogando y viviendo los acontecimientos más hermosos sobre la Virgen María, descritos en aquel libro que para él era como un libro sagrado donde se revelan los acontecimientos más santos. ¡Cuánta alegría recibió aquel día a pesar del frío que pasó con las ropas que llevaba¡ Nos lo agradeció de corazón, es más, lo vio como un regalo de la Virgen, porque él tenía la idea que moriría sin conocer ese lugar y nos prometió que siempre nos tendría en cuenta en sus oraciones.

Recuerdo también, que por aquellos años editaron una cinta grabada con los 15 misterios del rosario, con comentarios religiosos sobre cada misterio hechos por el Papa Juan Pablo II. Cuando yo le hablé sobre este tema se interesó mucho y se lo puse para que lo escuchara. Aquello le gustó tanto que me pidió por favor que le grabara una cinta para él, con la que pudiera seguir las meditaciones y rezar el rosario del Papa. Lo hice con mucho gusto sabiendo que le daba una gran alegría. Lo malo era que no tenía ningún aparato para poder reproducir o escuchar tales meditaciones. Era tan pobre que no tenía nada para él y menos un aparato de música, que para él era como algo superfluo. Fue la comunidad misma la que se comprometió comprarle uno pequeño para que le pudiera manejar con comodidad y llevarle de un lugar a otro.

Recibir aquel regalo fue para él algo extraordinario porque ya lo venía pensando desde hacía tiempo pero no se atrevía a pedirlo. La razón que nos dio era que se dormía rezando el Rosario porque como no tenía a nadie que le respondiera eso le provocaba sueño y teniendo la cinta donde oía la gente que rezaba en voz alta él se unía a ellos y así no se dormía.

No fue una solución infalible porque alguna vez le encontré en el oratorio sentado con el casset funcionando y él dormido y cuando le despertaba haciendo algún ruido se contrariaba consigo mismo por estar dormido en vez de rezando y pidiendo perdón al "Señor".

Lo que sí puedo decir es que desde aquel día, se le veía por todas partes rezando y escuchando el rosario por el aparatito. Le sacó tanto jugo, que le tuve que grabar varias veces nuevas cintas, ya que las gastaba, se le estropeaban o sencillamente se las regalaba a alguien para que también pudiera rezar el rosario.

Tengo que decir que para mí tanto su persona como su vida religiosa era la de un "religioso santo"; siempre estaba disponible para todos, cualquier trabajo o encomienda que se le hiciera, todo le parecía bien y ponía manos a la obra. Ponía toda el alma haciendo los trabajos.

Con escasos medios él hacía las cosas como los que tienen buenas herramientas. Siempre encontraba trabajo en la casa para que su estancia no fuera gratuita y de esta forma colaborar a que todo estuviera bien. Y cuando no había trabajo en casa se iba a la casa de los pobres que conocía para arreglarles cosas, grifos, servicios, cocinas... lo que fuera. De ahí que los seglares le admiraran tanto, ya que era solidario con los pobres a los que ayudaba generosamente. Los pobres acudían a él porque sabían que siempre les echaba una mano y les ayudaba. Aquí en Alcalá dejó muchos buenos ejemplos de caridad que las gentes no han olvidado.

Otro tanto hizo con enfermos, necesitados e incluso con drogadictos, a los que él visitaba para ayudarles y consolarles. Sabíamos que le engañaban y abusaban de su bondad. Nosotros le reprendíamos porque algunos eran pícaros que le sacaban el dinero que le daban familias buenas para los pobres. Pero él se compadecía de todos y siempre nos decía: "pobrecitos, también son hijos de Dios y lo están pasando muy mal". Era todo bondad para con los pobres y necesitados. Siempre que podía los socorría. Tenía un corazón lleno de misericordia que siempre disculpaba, perdonaba y les ayudaba para que salieran de aquella situación. Esta forma de actuar destruía todos nuestros razonamientos.

Vivía centrado y unido a Dios con verdadero deseo de buscar la perfección. Por eso ponía empeño en vivir las virtudes evangélicas cada día con más interés y deseo de servir a Dios en los hermanos. Su fe la manifestaba con todos los actos de su vida. Y si hablamos de la caridad, era realmente ejemplar. En los votos de pobreza, obediencia y castidad era riguroso en su cumplimiento, tratando de vivirlos con toda perfección. Ninguno hemos sabido hacer las cosas que él hacía, ni con ese amor de caridad con el que él las practicaba. Son los pobres los que dan testimonio de sus obras, los que recuerdan su paso por esta casa. Y aunque tenía un carácter fuerte, se mostraba siempre paciente aceptando la voluntad del Señor. Sufrió en silencio cuando los sacerdotes de la Magistral le engañaron vendiendo la palomina ofrecida a cambio de la limpieza, pero él además de disculparles siempre habló bien de ellos. La justicia para él estaba dirigida por el amor, por el servicio, por la entrega y por la humildad. El pensamiento de San Pablo era una realidad para él, "la misericordia se ríe de la justicia", porque para el que vive en Dios no hay mas ley que el amor.

Soy testigo de su vida de recogimiento y oración. Después de la eucaristía se centraba de tal forma que se aislaba de todo, como si quisiera que nada le distrajera porque estaba abrazado a Cristo. Se levantaba muy pronto para comenzar sus oraciones y devociones, para tener más tiempo para alabar y bendecir al Señor. Para él la oración, la caridad, la penitencia, la adoración, el trabajo, la humildad, la paciencia y todo cuanto realizaba, era un verdadero reconocimiento del amor misericordioso y caritativo que Dios tenía sobre él. Tenía un sentido de la misericordia de Dios profundo y teologal. Se veía a sí mismo pobre y pecador, pero lleno de confianza en el amor misericordioso del Dios infinito. Estaba seguro que en Dios encontraría la gracia que le restaurara y le hiciera el "hombre nuevo redimido por Cristo".

Varias veces le oí el relato de su vocación y las dificultades que pasó durante la guerra española, en la que estuvo a punto del martirio. Él deseaba el martirio, pero Dios nos le dejó para que fuera ejemplo de vida religiosa y animador de nuestras vocaciones. Nunca sabremos agradecer el haber vivido junto a un "santo", ni valorar los muchos y buenos ejemplos que nos dio. Estos religiosos son los que marcan el tiempo de santidad en la Iglesia, como también debemos reconocerles a su debido tiempo el fiel testimonio de vida santa que nos han dejado.

Son muchas las cosas positivas y de gran mérito que en el poco tiempo que viví junto a él me hicieron impacto. La distancia del tiempo me impide recordar todo aquello que en su momento fue un gran testimonio, pero al menos de lo que recuerdo como algo imborrable testifico que Fr. Jesús fue un religioso verdaderamente ejemplar y santo. Yo le tengo en esa estima y me siento dichoso por haber vivido junto a él. Que desde el cielo nos siga ayudando.

Alcalá de Henares. –Madrid-