Testigo de Fe

Por Victoria E. Falcón M

Con sumo gusto y respeto acepto la invitación que me hace SANTUARIO para que dé mi testimonio sobre Fr. Jesús de la Cruz, al que conocí aquí en la parroquia de San Antonio del Retiro, Madrid, allá por los años 1968-1973.

Conservo recuerdos imborrables de su persona, siempre con hábito franciscano, lleno de sencillez y humildad. Por su forma de actuar y vivir se adivinaba el hombre espiritual que llevaba dentro. Era todo atención y cordialidad para los que le preguntaban o necesitaban algún favor de él. Los fieles acudíamos con gusto para hablarle y para que nos hablara, ya que siempre tenía una palabra de Cristo o la Virgen que nos animaba espiritualmente.

Su estampa era la misma figura de San Pedro de Alcántara. Era un auténtico retrato de anacoreta, de penitente y de santo. Hablaba de San Pedro de Alcántara con todo fervor, le quería imitar y le tenía por modelo. Me enteré por alguno de los religiosos que en su vida interior también imitaba al santo en la penitencia con duras disciplinas.

Por aquellos años la parroquia era como el centro de atracción y a cualquier hora siempre había mucha gente. Allí se le veía a Fr. Jesús atendiendo a pobres y necesitados o interesándose por alguna anciana. Yo misma, viendo su gran labor de apostolado le ayudé en muchas ocasiones, bien con limosnas o proporcionándole medios, medicinas y ropa, para que atendiera a los necesitados. Y esa misma atención la tenía con todos, pues siempre preguntaba por la familia, por enfermos o los problemas que cada uno teníamos.

Se le veía en la Iglesia muy devoto y recogido, siempre rezando o haciendo algún ejercicio de piedad, pero eso no quitaba el que estuviera pendiente de atender cuando alguno le necesitaba para que buscara algún confesor o para que administrara algún sacramento. Nunca rechazaba a nadie y menos si alguien le necesitaba. Esto, junto a su pose espiritual, creó en la gente una atracción hacia su figura, que se acudía a él para pedirle consejo y orientación, pues a pesar de no ser sacerdote, se confiaba mucho en su intercesión, como si fuera un santo, algunos decían que era ya un "santo".

Era un religioso muy ingenuo, transparente, no sabía disimular las cosas. Algunos abusaban de su sencillez, en especial los pícaros que le sacaban el dinero engañándole. Pero él se compadecía siempre de ellos y se creía todo lo que le contaran. Era admirable por su bondad, por la caridad que tenía con el que sentía necesidad.

Yo conservo un gran recuerdo de él, como un autentico hombre de fe y de oración, de testimonio evangélico, que practicó las virtudes y los sacramento de forma admirable; ejemplar en su vida religiosa; feliz con su hábito franciscano; disponible para todos. Una persona llena de fervor y muy espiritual, que daba gusto que te hablara y más si lo hacía de Cristo o la Virgen, que ponía todo el corazón en lo que decía. Aunque se me han borrado muchas cosas, lo esencial lo conservo en mí, pues el paso de un "santo" siempre deja huellas de Dios.

Victoria E. Falcón M
Madrid. El 25-3-2012.
Día de la Anunciación.