Sra. Teresa Gancho Hernández-Huerta

Conocí a Fr. Jesús cuando vino a Pastrana. Su sencillez, su forma de ser, su pobreza, como su vivir atento para los que le conocimos, era digno de imitar. Sus visitas eran a necesitados, pobres, enfermos, a los que hablaba y confortaba. Su vida no sólo convencía, nos gustaba imitarle.

En varias ocasiones tuve conversaciones espirituales con él y su tema principal era en torno a la Virgen y Cristo, algunas veces también de San Pedro de Alcántara, al que le tenía gran devoción y trataba de imitarle. Cuando hablaba de la Virgen no sólo ponía pasión y se emocionaba, sino que terminaba llorando. Para él era la Madre.

Vivía una fe auténtica y profunda. Lo mostraba con obras. Todo lo hacía por amor a Dios. No tenía otro mundo más que el de Dios. Hablaba con la gente y los pobres y sencillos le llenaban de gozo. Era coherente a su vivir. A mi abuela María y a mi tío Dionisio, les ayudó en ocasiones y les hablaba de Dios. Sus amistades eran los pobres. Donde había pobres, enfermos o necesitados allí estaba para socorrerlos. Fr. Jesús recibía limosnas y las convertía en obras para los pobres. Sus servicios a los necesitados eran conocidos por el pueblo.