Sara Tornero Sánchez

Vive en Talavera de la Reina y ayudó mucho a Jesús

Desde que le conocí doy gracias a Dios, pues él me daba devoción. Su figura esbelta y edificante me emocionaba. Ayudaba hasta a los animales. Recuerdo que un día bajaba por el camino de San Pedro, con un carrito tirado por un burrito, él con sus manos llevaba todo el peso, porque el animalito estaba malo, decía, y había que ayudarle. Los que lo presenciamos quedamos admirados cómo trataba a los animalitos.

Su vida de penitencia era ejemplar, en pleno invierno no se ponía calcetines. Esto me daba devoción y yo rezaba para que no se resfriase. Aunque muy pocas veces le vi enfermo. En muchas ocasiones pude hablar de cosas espirituales con él. Cuando me hablaba de la Virgen me encantaba. Ponía pasión, respeto, y mucho amor. Muchas veces se disculpaba porque no era digno de tantas gracias y atenciones. Tenía una humildad profunda. Fue un ejemplo de vida. Varías veces le llevé de Arenas a Talavera para que comprara las semillas del huerto. Yo era muy feliz viéndole reposar, y daba gracias a Dios por poder llevarle. Tenía la impresión de llevar a un santo.

Era admirable cuando hablaba y recordaba cosas de la Virgen, se emocionaba y lloraba con ternura. Hablaba de Cristo con mucha delicadeza y reverencia. Aunque hablaba mucho no se cansaba. Su conversación era una oración. Hablaba sin fingimiento, con nobleza. Era un autentico hombre de Dios. Con su ejemplo y saber estar en todo momento, te estimulaba a ser mejor. Realmente vivía para hacer el bien. Se preocupaba e interesaba por todos los pobres, niños y enfermos.

Ya han muerto casi todos los pobres que ayudaba, pues algunos contarían maravillas de él. Bajaba con el borriquillo cargado de cosas del huerto, que repartía entre los pobres. En Arenas todos le querían mucho. Siempre iba aseado y bien arreglado. Si le veía bajar procuraba esperarle para llevarle, así hablaba con él de cosas santas.

Siempre llevaba caramelos, castañas o nueces para repartirlas a los niños. Y cuando le daban un donativo se lo daba a los pobres. Bajar a Arenas, para socorrer necesidades de personas pobres o apuradas. Yo pienso que este hombre era un santo. Te fascinaba con su sonrisa y su mirada inocente. Confío mucho en él y le encomiendo cosas que luego obtengo. Su retrato nos acompaña siempre. Me parece que voy rezando el rosario con él, que era lo que hacíamos cuando viajábamos. Y cuando voy al Santuario me parece ver su figura en oración y lleno de fervor, respirando paz.