Carmen de la Fuente González y Manuel Sánchez-Fuentes Pérez

Matrimonio, residente en Arenas.

En el mismo Santuario de San Pedro, en Arenas, conocimos a Fray Jesús y desde la adolescencia por parte de Carmen y más tarde por mí. ¡Fue un auténtico regalo de Dios!

Se le veía ir y venir por las calles de Arenas. Su imagen alta y delgada, esbelta, majestuosa, serena y bondadosa; su carácter afable, amable, acogedor, comprensivo y siempre riente; sus recuerdos comentados sobre la familia, su conversación amena y entrañable, sus palabras, las adecuadas y el gesto justo; su postura orante que nos invitaba a la admiración, incluso a la sana envidia; su constante entrega y servicio en cada trabajo en favor de toda la Comunidad y en el cuido de la huerta. Y él sonriendo feliz por el cumplimiento del deber.

Manteníamos frecuentes conversaciones con él, todas enriquecedoras, de las que calan hondo. Sin pretenderlo por su parte, penetrabas en su interioridad, en su espiritualidad, te llenaba de paz.

Ya casados y con nuestros cuatro hijos fuimos al Santuario y, como otras muchas veces, nos encontramos con Fray Jesús. Acariciando a los niños nos confesó su debilidad, respeto y admiración que sentía por su madre, por todas las madres... por la Madre, la Virgen. Diariamente rezaba a la Madre por todas las madres. Sus palabras eran sinceras y transmitían la alegría y la paz que tanto necesitamos.

Los que no conocimos en el tiempo a San Pedro, la persona de Fray Jesús nos le evocaba; su concentración en la oración nos llevaba a pensar en el Santo; su postura humilde y humillada nos dibujaba al Santo. Las muchas veces que coincidimos en la Adoración Nocturna, así como en otros retiros o momentos de oración, nos creíamos junto a un gran penitente como el Santo.

Tanta espiritualidad natural, espontánea y humana nos olía a santidad. Su perfume aún nos llega en el recuerdo. ¿Su ejemplo y carisma nos animó a nosotros a profesar como franciscanos seglares?. Sólo Dios lo sabe, pero nosotros así lo creemos. Y estamos contentos y felices de pertenecer a una Orden llena de tan grandes santos.

Damos gracias a Dios por haber conocido a Fray Jesús, sentirnos cercanos y estimados por él y con el pleno convencimiento que intercederá por nosotros y los nuestros ante el Padre.